"La verdad sobre el diario de Ana Frank" fue revelada, inicialmente, por la publicación sueca “Fria Ord”, en 1959, en una serie de artículos diarios aparecidos en marzo de 1959. El 15 abril de aquel mismo año, la revista americana “Economic Council Letter” resumió los artículos de su colega sueco, con la siguiente gacetilla: “La historia nos proporciona muchos ejemplos de mitos que tienen una vida más rica y más larga que la verdad, y que, sin duda, pueden llegar a ser más efectivos que la verdad”. Nuestras dudas aumentan cuando leemos en el “New York Times” del 2 de octubre de 1955, que en el diario de Ana Frank “sólo figuraban aproximadamente 150 inscripciones” donde se consignaban “cronológicamente las sensaciones e impresiones de una adolescente” (“mamita me trata a veces como un bebé, lo que no puedo soportar”) y “adicionalmente muy pocas que no podrían considerarse como pertenecientes a esa categoría” (“temo mucho que nos descubran y que seamos fusilados”).
No obstante, continúa Richard Harwood, el “Diario” publicado consta de 293 páginas y su texto no concuerda con la relación, que acabamos de citar, entre numerosas inscripciones propias de una adolescente y “muy pocas” de mayor o menor referencia política. De hecho, no solo las observaciones de carácter político del diario, sino su contenido general y su estilo, presuponen un conocimiento de interrelaciones históricas, juicio y arte de la expresión poco comunes incluso entre adultos. La edición “original” del “Diario” nunca fue publicada, puesto que el padre, Otto Frank, decidió expurgar el mismo de fragmentos escabrosos de una adolescente o de críticas a la madre de Ana. Más tarde éste debió admitir que además de la escritora judía Anneliese Schütz e Isa Cauven “para colmar algunas lagunas en el diario debió requerir los servicios del periodista holandés Albert Cauven”. Incluso el poco sospechoso semanario “Der Spiegel”, instrumento principal en la “reeducación” del pueblo alemán, debía admitir que “el ‘Diario’ en su conjunto no es auténtico”. Para el Spiegel queda claro que “aquello que ha hecho emocionar al mundo, no proviene enteramente de la mano de Ana Frank”. “En la edición el ‘Diario’ ha sido transformado por numerosas manipulaciones…”. La investigación oficial llevada a cabo por la Dra. Hübner deduce que el “Diario” publicado está compuesto de 177 capítulos (cartas), que proceden de cuatro diferentes fuentes: 4 del Diario, 5 de un libro de relatos, 69 de dos diarios, que la Dra. Hübner define como primera elaboración del Diario, 99 procedentes de hojas sueltas, que la investigadora define como segunda elaboración del “Diario”.
Mayores sospechas nos asaltan, lógicamente, al estudiar el pleito en que se enzarzaron el conocido escritor judío norteamericano Meyer Levin y el padre de Ana Frank. El juicio transcurrió entre 1956 y 1958 ante el “County Court House” de la ciudad de Nueva York, obteniendo el demandante Meyer Levin un fallo a su favor que condenaba a Otto Frank a abonarle una indemnización de 50,000 dólares de la época por “fraude, violación de contrato y uso ilícito de ideas”. El pleito, que se arregló privadamente después de la sentencia por obvio mutuo interés, versaba sobre la “dramatización escenográfica” y venta del “Diario”. El juez, así mismo judío, era Samuel L. Coleman, quien dictó sentencia en el sentido de que Otto Frank debía pagar a Meyer Levin “por su trabajo en el diario de Ana Frank”.
(NOTA: Para cualquier interesado, todo lo referente al caso Levin-Frank está archivado en la Oficina del Condado de Nueva York (N. Y. County Clerk’s Office) con el número 2241-1956 y también en el New York Supplement II, Serie 170, y 5 II Serie 181).
Así pues, la sentencia del juez (y juez judío) en el sentido de que el autor del “Diario” es Meyer Levin y no la niña, existe. Lo que interesa hacer notar es que de la lectura de la numerosa correspondencia privada de Otto Frank y de Meyer Levin que fue aportada al juicio como prueba de las partes, surge la grave presunción “juris tantum” de que el “Diario” “es substancialmente una falsificación”, y que el autor material de esa falsificación fue el igualmente judío Meyer Levin. Levin, en legítima defensa de sus derechos de autor, además de demandar a Otto Frank por varios millones de dólares por su labor de parafrasear el manuscrito “para el fin que tenía que cumplir…”, pleiteó igualmente contra el productor de cine Kiermit Bloombarden, pues en la película (del mismo título que la obra) aparecen también escenas escritas por él y que no estaban contenidas en el Diario original.
Meyer Levin había sido corresponsal en España durante la guerra civil de 1936 a 1939 y más tarde enviado de la “Agencia Telegráfica Judía” durante los enfrentamientos con los palestinos entre 1945 y 1946. La Enciclopedia Judaica le reconoce como “el primer escritor en poner en escena el Diario de Ana Frank (1952)” (Vol. 11, pág. 109).
Pero no acaba aquí todo, y nuestra duda se convierte en decepción cuando descubrimos, como lo ha hecho el historiador británico David Irving tras su investigación, que en el “Diario” de Ana Frank había tinta de bolígrafo. Así lo determinaron unos expertos que acudieron expresamente a Suiza para comprobar el manuscrito original en posesión de Otto Frank. Según estos, parte de los diarios habían sido escritos con bolígrafo, algo imposible al haber fallecido Ana Frank de tifus en 1945.
(Lazlo Biro inventor y periodista húngaro nacionalizado argentino, patentó el bolígrafo –birome, nombre compuesto de los apellidos de Biro y su socio Meyn – el 10 de junio de 1943 en Argentina. En seguida se comenzó a usar en Buenos Aires. En plena guerra, el gobierno británico compró los derechos de la patente de Biro para el esfuerzo bélico. La Real Fuerza Aérea Británica necesitaba un nuevo tipo de pluma, que no goteara en los aviones de combate a grandes alturas, como lo hacía la pluma fuente. Poco después, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos hizo un pedido de 20,000 plumas. y cuya aparición en el mercado para venta masiva data con posterioridad al término de la IIG.M)
Dos ciudadanos alemanes, Edgar Geiss y Ernst Roemer, pusieron públicamente en duda, una vez más, la autenticidad del famoso “Diario”. Ante ello el Tribunal del Distrito de Hamburgo encargó a la Oficina Federal Criminal Alemana (B.K.A.) un examen de los textos para determinar científicamente si la escritura de éstos se había llevado a cabo durante los años 1941 a 1944, basándose en los análisis del papel y la escritura del manuscrito original. Este análisis químico-técnico fue llevado a cabo en abril de 1981, bajo la dirección del Doctor Werner.
A pesar de su publicación, la ley del silencio de los “mass-media” intentó dar la menor publicidad posible a los resultados de los análisis. Sí lo hizo el New York Post del 9 de octubre de 1980 mencionando el hecho. Según este análisis, las correcciones, comentarios y añadidos en las hojas de parte del manuscrito fueron hechas en tinta azul, negra, roja, a lápiz y en BOLÍGRAFO de tinta negra, verde y azul. Como comentarios y texto principal son de una misma mano, recordémoslo, el libro fue escrito por alguien después de la guerra o cuando menos lo finalizó pasada la contienda. El original consta de tres libretas encuadernadas y 324 páginas sueltas.
Un calígrafo pudo comprobar, además, que todo había sido escrito por la misma mano y que, por tanto, no podía ser la de Ana Frank. Se trata de Minna Becker, perito calígrafo judía, quien afirmó ante el juez, repetidamente, que toda la escritura del diario pertenece a una misma mano. Para dilapidar este tema sólo ha hecho falta acceder a las cartas auténticas que Ana Frank escribió de niña a unas amigas, publicadas en los Estados Unidos; la letra de estas cartas sí tiene el aspecto normal de una niña de 10 ó 12 años, lo que no es el caso del “manuscrito original”, que nos revelan a un autor de mayor edad. Las cartas fueron adquiridas por el “Instituto Simon Wiesenthal” y, siempre según David Irving, sí son auténticas, no así el diario.
Bochaca confirma asimismo, como han hecho posteriormente otros autores, refiriéndose a Paul Rassinier, que la escritura que se afirma es la de Ana Frank, reproducida en el libro Spur eines Kindes, de Ernst Schnabel, difiere totalmente de la escritura de Ana Frank en el manuscrito original. El Profesor Faurisson, de la Universidad de Lyon, cuya especialidad es la crítica de textos y documentos, y que mantuvo varias conversaciones personales con el padre de Ana Frank, insiste en este tema otorgándole el peso suficiente para llevar al escepticismo sobre el “Diario” de Ana Frank. Su primer trabajo sobre el caso fue publicado en francés en 1980. Una traducción del mismo apareció en el verano de 1982 en el volumen del “The Journal of Historical Review” con el título “Is the Diary of Anne Frank Genuine?” (“¿Es el diario de An Frank genuino?” págs. 147-209). Entonces señalaba dos ejemplos de la letra manuscrita atribuida a Ana Frank, ambos escritos cuando esta contaba aproximadamente 13 años, pero extrañamente la primera (datada el 12 de junio de 1942) parece mucho más madura y similar a la de un adulto que la supuestamente escrita sólo cuatro meses más tarde (10/10/1942).
Respondiendo a dicho escepticismo sobre la autenticidad del “Diario”, el “State Institute for War Documentation de Amsterdam” (Rijksinstituut voor Orloogsdocumentatie — RIOD), publicaba un libro en 1986 que incluía el facsímil de una carta supuestamente escrita por Ana el 30 de julio de 1941. El descubrimiento en los EE.UU. de otros varios ejemplos de la letra manuscrita fue anunciado en 1988. El mismo incluía dos cartas fechadas el 27 y el 29 de abril de 1940 y una postal, escritas a alguien en Danville (Iowa). Estas últimas, como las del 12/06/1942 y 10/10/1942, creaban un nuevo problema al “Instituto de Documentación de Guerra de Amsterdam”, dado que la letra manuscrita que aparece en ellas es completamente diferente que la escritura de adulto de la carta del 30 de julio de 1941, así como la mayor parte del manuscrito en cuestión. Estos descubrimientos confirman la creencia del Profesor Robert Faurisson de que la letra manuscrita de “adulto” atribuida a Ana es, en realidad, muy parecida a la letra manuscrita de una de las personas que oficialmente “ayudaron” a Otto Frank a preparar el “Diario” para su publicación después de la guerra. Para Mª Paz López y su artículo en “La Vanguardia”, estas diferencias de escritura son normales (!) en un adolescente (ver las imágenes adjuntas):
13.- El milagro inexplicado de los cambios de letra de Anna Frank, en dos documentos fechados el mismo año:
El famoso "diario" (izquierda) y una carta dirigida a una amiga (derecha).
Reproducción del artículo del “New York Post” del 9.10.1980 donde se confirma que Anne Frank no pudo haber escrito con tinta de bolígrafo su Diario porque todavía ¡no había sido inventado el bolígrafo!
Extraído de The American Cardinal edition, 36th printing, 1963. Compare esto con el cuadro 14, la edición británica, que se supone debería ser exactamente igual. Un estudio cercano demostrará que uno tiene la “k” de la “carta franca” subrayada y no lo hace el otro. ¿A qué se debe esto? ¿Quién falsificó la caligrafía de Anne?
Extraído de la edición británica: Pan Books, London, 32nd printing 1975- de impresión que este mismo extracto aparece en la edición cardinal americana, según lo demostrado en el cuadro 5. Pero note la línea que aparece aquí debajo de la firma. Esto no aparece en la edición americana. ¿Quién lo quitó? ¿También, por qué esta del 12 entrada de junio de 1942 no aparece en las ediciones impresas? ¿Quién la suprimió y por qué?.
Otro “ejemplo” de la caligrafía de Anne; esta vez de Das Grosse Dudenlexikon, Mannheim. ¿Cómo compara con el otro “muestrea”? Igualmente soslaya, al tratar el tema del informe pericial encargado por el RIOD, el tema de la escritura a bolígrafo, mencionando exclusivamente las anotaciones a lápiz del padre.
Podemos concluir pues, que no se trata de un “Diario”, sino de una novela, basada en un manuscrito escrito después de la guerra por Otto Frank o sus colaboradores, y redactado por Meyer Levin, con algunos añadidos posteriores del holandés Albert Cauven.
El historiador alemán Udo Walendy es definitivo: “El Diario de Ana Frank (durante años lectura recomendada tabú para escuelas y público) es una falsificación”.
La portada de la edición del 15 de septiembre de 1958 de la Revista Life, con lo que se supone que es una muestra de la caligrafía de Anna Frank, bien diferente de las imágenes de su supuesto Diario.
Otro ejemplo del cursivo de Anne; esta vez de la edición alemana del diario. Compare con los otros estilos. De Kindlers Literatur Lexikon, Kindler Publishers, Zurich, 1965, volumen 1, página 64. Ésta supone ser una reproducción de la primera página del diario original de Anne.
¿Si éste era el tamaño de la escritura de Anne, es posible que un “pequeño diario (manuscrito)” pueda contener la misma cantidad de material que un libro impreso 237 páginas?
Este ejemplo posterior de la caligrafía de Anne se toma del libreto oficial publicado por edición franca de la fundación de Anne la 5ta (designada adjunto AFFA), página 36. La edición impresa nunca termina con “Anne M. Frank” pero con “la tuya, Anne.” ¿Quién la cambió?
ANA FRANK A LA FUERZA
Conviene advertir aquí, que para evitar dudas y desbancar las crecientes sospechas sobre la autenticidad del diario, fue impuesto por las autoridades alemanas actuales como “lectura obligatoria” en las escuelas (¡increíble negocio para los propietarios de derechos - Fondo "Ana Frank" - y editores!) y se llegó al extremo de adoptar medidas disciplinarias (retiro de la “venia docendi”) contra maestros y profesores que osaran manifestar sus dudas al respecto. El Profesor Stielau, de Hamburgo, fue expulsado de su cátedra, en 1957, por el mero hecho de haber osado poner en duda la autenticidad del Diario.
Todavía en 1976, el padre de Ana, Otto Frank, lleva a cabo acciones y denuncias contra Heinz Roth, de Odenhausen, en un juicio tendente a prohibir publicaciones que sostengan que el diario, tal como se publicó, no puede haber sido escrito por una niña de 12 años.
¿QUIÉN LLORA A ESTOS NIÑOS?
Desearíamos cerrar esta nota, que solamente ha ilustrado los principales detalles de esta gigantesca mentira publicitaria, con las certeras palabras del revisionista británico Richard Harwood, quien a propósito del Diario dijo lo siguiente:
"Es justo reconocer que las consideraciones que exponemos son hasta cierto punto ociosas. En efecto, no importa demasiado que el Diario sea falso o verdadero. Los eventuales sufrimientos de una niña judía de doce años no son más significativos por el hecho de que haya escrito un diario, que los sufrimientos tanto o más terribles de otros niños judíos; o que las desgracias de los infinitamente más numerosos niños alemanes, italianos, japoneses, polacos o de otras nacionalidades que han sufrido horriblemente, despedazados o quemados vivos, mutilados o inválidos por toda la vida a causa de los bombardeos aliados a ciudades abiertas; abandonados en medio del caos por la muerte o desaparición de sus padres; violados o corrompidos por la barbarie de las tropas enemigas. ¿PERO QUIEN SE ACUERDA DE ESTOS HORRORES?, ¿QUIEN LLORA POR EL NIÑO ALEMÁN QUE CORRE AULLANDO ENVUELTO POR EL FUEGO INEXTINGUIBLE DEL FÓSFORO LIQUIDO?, ¿QUIÉN POR LA NIÑA ALEMANA VIOLADA HASTA LA MUERTE POR UNA SUCESIÓN DE BESTIAS?, ¿O POR LOS NIÑOS JAPONESES DE HIROSHIMA Y NAGASACKI?..."
"Porque de todos estos innumerables casos horrendos nadie habla. No hay best-sellers, no hay dramatizaciones, no hay 40 ediciones, no hay cine, ni teatro, ni radio, ni televisión. La falsedad del mito de Ana Frank va mucho más allá, es muchísimo más profundo que la eventual falsificación del texto. Reside en la unilateralidad y en la recurrencia infinita del tema. Una especie de Bolero de Ravel de la propaganda, una perfecta aplicación política del viejo tema de la niña inocente atrapada por la maldad, pero que triunfa años después de la muerte:
Blancanieves perseguida por la madrastra perversa, la débil doncella prisionera en el torreón medieval o la inocente heroína que en los filmes del Far West el cow-boy bueno salva en la cabalgata final. Y así, el mito de Ana Frank, por la fuerza de su impacto sobre la sensibilidad colectiva, se convierte no sólo en símbolo de la inocente nación perseguida, sino más aún y contra todas las reglas de la lógica, en prueba indiscutible de la maldad intrínseca, irredimible, de los perseguidores..."