“Es más fácil
desintegrar un átomo que un preconcepto”
Albert Einstein (1879-1955)
Este "post" es continuación de:
... cuya lectura es imprescindible para la completa comprensión de éste.
- Máximo Sandín -
Bioantropólogo y profesor del Departamento de Biología en la Universidad Autónoma de Madrid, a cargo de la docencia de Evolución Humana y Ecología.
EVOLUCIÓN, IGUAL A DARWINISMO
Va para siglo y medio que Charles Darwin postulara el origen de todas las especies actuales a partir de otro elenco menor, surgido a su vez de otro más exiguo y así hasta el amanecer de la vida.
Este es uno de los más típicos (y tópicos) comienzos de cualquier texto científico sobre la evolución biológica. En este caso, se trata de un artículo de uno de los más prestigiosos expertos mundiales en el estudio del origen de la vida: William Ford Doolittle.
- William Ford Doolite -
Sorprendentemente, en dicho artículo (“Nuevo árbol de la vida”, Investigación y Ciencia, 2000), una de sus conclusiones es que:
La explicación razonable de resultados tan contradictorios hay que buscarla en el proceso de la evolución, que no es lineal ni tan parecida a la estructura dendriforme que Darwin imaginó. Es más, toda la información expuesta en el citado artículo, es abiertamente contradictoria con la visión darwinista de la evolución gradual de los organismos mediante cambios aleatorios.
El origen de las células eucariotas que constituyen los organismos animales y vegetales, tuvo lugar hace, al menos, mil millones de años, mediante la agregación de diferentes tipos de bacterias que, actualmente, constituyen el núcleo y los orgánulos celulares, cuyas secuencias génicas, extremadamente conservadas, se pueden identificar actualmente.
Es decir, uno de los hechos fundamentales de la evolución de la vida (el origen de nuestros componentes) se produjo POR “INTEGRACIÓN”, por asociación de elementos que ya manifestaban una gran complejidad biológica, y que se han conservado hasta la actualidad.
Sólo este hecho, definitivamente contrastado, tira por tierra la visión de la evolución de la vida como un fenómeno de cambio gradual, en el que las “mutaciones” aleatorias serían fijadas o eliminadas por la selección natural. En primer lugar, porque este cambio de tan gran trascendencia no fue gradual, y en segundo lugar, porque si las mutaciones fueran aleatorias el ADN de nuestras células tendría muy poco que ver con el bacteriano después de más de mil millones de años de evolución.
William Ford Doolittle finaliza su magnífico artículo rebatiendo la idea darwinista de un “árbol de la vida” con un único antecesor, y concluye:
“Los datos demuestran que este modelo es demasiado simple.
Ahora se necesitan nuevas hipótesis
cuyas implicaciones finales ni tan siquiera atisbamos”
“La victoria del darwinismo ha sido tan completa
que es un shock darse cuenta de cuan vacía es realmente
la visión darwiniana de la vida”
Esta frase rotunda pertenece a un editorial publicado en Nature y firmado por Henry Gee, uno de sus comentaristas sobre evolución. Porque el problema real no es que el darwinismo sea “una visión vacía de la vida”, sino una VISIÓN DEFORMADA que convierte hechos ocasionales, incluso intrascendentes en fundamentales.
- Henry Gee -
Y una típica narración “objetiva” del origen de la base teórica de la Biología es la cita que encabeza este apartado y que se ha convertido en un hecho “histórico” comúnmente admitido, no sólo en las facultades de Biología, sino en la sociedad en general: “La evolución” fue un descubrimiento de Charles Darwin“.
NADA ES MENOS CIERTO. El hecho de la evolución biológica estaba firmemente establecido y ampliamente debatido en el ámbito científico desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, con un importante núcleo en la Academia de las Ciencias de París.
Desde Buffon con su “Historia Natural” (1749-89), en la que plantea sus teorías “transformistas”, con sus conceptos de progreso y encadenamiento de los seres vivos, hasta Fréderic Gérard con su “Theorie de l’evolution des formes organiques”, publicada en el Diccionario Universal de Historia Natural (París, 1841-49), pasando por Cuvier y su “Recherches sur les ossements fósiles de cuadrúpedes” (1812) o Geoffroy Saint-Hilaire con el “Cours de l’Histoire Naturelle des Mammiferes” (1829), se estaban planteando y debatiendo hipótesis científicas, muchas de las cuales (naturalmente, limitadas por los conocimientos y la capacidad experimental de la época) se están viendo apoyadas por los datos mas recientes.
- Jean Baptiste Lamarck -
Posiblemente, se haya echado de menos al científico mas denigrado e incluso ridiculizado de la Historia, pero su ausencia de esta relación es debida a que merece, a modo de “rehabilitación”, una mención especial. La innecesaria ferocidad con que Lamarck es atacado en los tratados darwinistas parece esconder algo más que una crítica científica.
Un fenómeno muy repetido en la Historia con las personas cuyas ideas no resultan gratas a los poderosos: Lamarck era un entusiasta de la Revolución Francesa, al parecer, debido a la influencia de Rousseau y su “Contrato social”.
En su “Recherches sur les causes des principaux faits physiques” escribe una dedicatoria muy ilustrativa sobre su pensamiento político:
“Al pueblo francés. Acepta pueblo magnánimo / … / pueblo que has recuperado los derechos sagrados e imprescindibles que has recibido de la naturaleza /… / y por el deseo que yo tengo de compartir tu gloria contribuyendo al menos, según mis débiles facultades, a ser útil a mis semejantes, mis hermanos, mis iguales”.
En definitiva, el saludable (y, en ocasiones, fructífero) ejercicio que para un profesional de la Biología constituye el abandonar por un tiempo la rutina (o en su caso la competencia) habitual, y bucear en las fuentes originales, puede conducir a tomar conciencia del cúmulo de ocultamientos, deformaciones y falsedades que se ha fraguado en torno al fundador de nuestra disciplina, y nuestro ilustre colega, sólo comparable en cantidad y calidad a las medias verdades, evidentes falsedades y componendas con las que se ha adornado en los textos científicos didácticos y divulgativos a la gran figura histórica de la Biología: el reverendo Charles Robert Darwin.
- Charles Darwin -
La figura y la trascendencia histórica de Darwin se ha igualado a las de Newton, Shakespeare y Einstein.
“Darwin fue magníficamente acogido por los poderosos de su país y de Norteamérica (“El crecimiento de un gran negocio, es simplemente la supervivencia del más apto” John Rockefeller). Sir Joseph Dalton Hooker, Sir Francis Galton y, especialmente, Sir Thomas Henry Huxley, los hombres que le “asesoraron” en su obra y que le encumbraron eran muy poderosos
A su muerte, fue objeto de un funeral de estado y fue enterrado, al lado de la tumba de Newton, en la abadía de Westmister, en la que sólo estaban enterradas cinco personas no pertenecientes a la nobleza”
“El origen de las especies” ha sido propuesto como “el libro del milenio”.
Lo cierto es que su publicación constituyó lo que se podría considerar el origen de los “Best Seller” de los libros científicos. El día de su publicación, el 24 de Noviembre de 1859, se vendió la primera edición de 1250 ejemplares y una segunda, de 3000 ejemplares, se agotó en una semana. Su éxito social, sin precedentes en obras de éste tipo, no fue acompañado, sin embargo, de una acogida elogiosa por parte de personajes de reconocido prestigio con conocimientos o interés por la evolución. El motivo es comprensible. El libro de Darwin resultaba (y resulta), para cualquiera que tuviese una mínima formación científica, filosófica o, incluso literaria, una obra de gran debilidad argumental, con unas bases conceptuales acientíficas (se podrían calificar de “populares”), y una estructuración errática e inconsistente.
Los “descubrimientos” de Darwin quedan resumidos en los dos conceptos (más bien axiomas) que hoy constituyen el dogma central de la Biología:
El azar como fuente de variación, y la selección natural como motor de cambio.
Concretemos, pues, sus bases “científicas”:
He hablado hasta aquí como si las variaciones, tan comunes y multiformes en los seres orgánicos en estado de domesticidad y no tan comunes en los silvestres, fueran debidas a la casualidad. Innecesario es decir que este término es completamente inexacto y que sólo sirve para reconocer paladinamente nuestra ignorancia de la causa de cada variación particular (pag. 149).
Es decir, la variación “al azar”, (dogma y pilar fundamental de la Biología actual) era, en realidad, desconocimiento. Pero el otro pilar no tiene una base mucho más sólida. El intento de explicar los grandes cambios de organización morfológica y funcional que se han producido a lo largo de la evolución, el “mecanismo” propuesto e incluso el término “selección” eran una simplista extrapolación de las actividades de los ganaderos y criadores de palomas de su país.
Esta fragilidad conceptual (por calificarla de un modo benévolo) fue rápidamente denunciada por científicos e intelectuales de la época. El zoólogo evolucionista S. G. Mivart puso de manifiesto (entre muchas otras cosas), lo absurdo de la idea de que un proceso así fuera el responsable de la aparición gradual y al azar de nuevas estructuras. La selección natural es incapaz de explicar las etapas incipientes de las estructuras útiles (Mivart, 1871). El ingeniero (y, al igual que Darwin, naturalista aficionado) Fleeming Jenkin puso de manifiesto lo poco creíble que resultaba la idea de que en la Naturaleza una desviación ocasional de la estructura se extendiese, en animales normales, hasta hacerse común a toda la población.
LA HIPOCRESÍA COMO DOCTRINA CIENTÍFICA
Durante los años finales del siglo XVIII y primeros del XIX, la situación social en las islas británicas estuvo agitada hasta llegar, en ocasiones, al borde de la revolución, que fue evitada mediante una dura represión.
Las leyes de cerramiento de fincas, promulgadas en el siglo XVIII, permitieron a los terratenientes vallar sus tierras para utilizarlas como pastos para el ganado, y expulsar a sus renteros, condenándolos a ser mano de obra barata para las oscuras fábricas satánicas, y que pasaron a constituir una gran masa de desheredados hacinados en las grandes ciudades industriales.
Entonces, comenzaron a surgir “pensadores” que aportaron sus diagnósticos y sus justificaciones de la situación.
- Arthur Young -
- Bernard de Mandeville -
Para Arthur Young, cualquiera, excepto un imbécil, sabe que las clases inferiores deben mantenerse pobres o nunca serán laboriosos .
Bernard de Mandeville, dictaminó que a los hijos de los pobres y a los huérfanos no se les debía dar una educación a cargo de los fondos públicos, sino que debían ser puestos a trabajar a una temprana edad, ya que la educación arruinaba al que merece ser pobre (“La Fábula de las abejas”, 1714). Mandeville sostenía la máxima calvinista de que el Hombre está lleno de vicio. No obstante, era de la opinión de que los vicios individuales hacen la prosperidad pública.
Estos antecedentes constituyen el sustrato sobre el que se construyó la “teoría científica” de Adam Smith, el “padre de la economía moderna”.
- Adam Smith -
Otra obra de gran relevancia en este contexto fue el “Ensayo sobre el Principio de la población”, publicado, en 1798, por el ministro anglicano Thomas Robert Malthus y que se convirtió en una parte importante e integral de la economía liberal clásica.
Su famosa tesis era que el aumento de la población en progresión geométrica, mientras que los alimentos aumentaban en progresión aritmética, impondría una “lucha por la vida”. Su libro que, al parecer, fue su única aportación sustancial, tuvo una gran influencia en el “Acta de Enmienda de la Ley de Pobres” de 1834.
- Malthus -
Según Malthus, las “Leyes de Pobres” estimulaban la existencia de grandes familias con sus limosnas, y afirmaba que no deberían de existir, porque además limitaban la movilidad de los trabajadores. Estaba en contra de la ayudas a los pobres y afirmaba que las “casas de trabajo” donde se hacinaban los desempleados no deberían ser confortables asilos, sino sitios donde la estancia debería ser dura.
Las víctimas de la “Revolución Industrial” (en la que jornadas de 16 horas de trabajo llegaron a ser comunes para los niños de seis, cinco y, a veces, de cuatro años, que alcanzaban a duras penas la adolescencia con deformaciones que permitían deducir en qué máquinas habían trabajado) y de la expansión colonial británica, necesitaban, probablemente, de alguna justificación “científica” y “objetiva” de las terribles situaciones creadas dentro y fuera del país.
- Hebert Spencer -
Y una de las más “autorizadas” fue la que ofreció Herbert Spencer. Economista y filósofo, en su primer y exitoso libro “La Estática Social” (1850), trata de dar algunas directrices, basadas en sus ideas sobre la evolución biológica, para llevarlas a la política social.
Según él, los políticos no deberían intervenir en la evolución de la sociedad, pues ésta tiene un instinto innato de libertad. La sociedad eliminará a los “no aptos” y eligirá a aquellos individuos más sanos e inteligentes.
En su opinión, el intento de ayudar a los pobres era un entorpecimiento de las “Leyes Naturales” que se rigen por la competencia. Según Spencer: Las civilizaciones, sociedades e instituciones compiten entre sí, y sólo resultan vencedores aquellos que son biológicamente más eficaces (Woodward, 1982). Fue él quien aplicó la famosa noción de la “supervivencia del más apto” (más exactamente, del más “adecuado”) como el motor de las relaciones sociales.
Estos son los cimientos “científicos” y “objetivos” (y, especialmente, metodológicos) sobre los que se edificaron las bases conceptuales de “la teoría de la evolución" (del darwinismo, para ser exactos). Porque ésta no se elaboró a partir del estudio de la Naturaleza (lo que parecería, al menos, razonable). Es decir, no se basó en observaciones de animales salvajes, ni en estudios anatómicos o embriológicos; o, al menos, en lecturas de textos científicos. Tampoco fue el resultado directo (como se nos cuenta) de la famosa expedición del Beagle, de la que Darwin volvió sin ninguna idea concreta (más bien con dudas) sobre la evolución, a pesar de que había leído a Lamarck, como nos narra él mismo en su autobiografía.
El método no fue mucho más empírico que los de sus antecesores conceptuales: consistió en la lectura, durante lo que describe como el período de trabajo más intenso de mi vida (“Autobiografía”, pag. 66) de textos especialmente en relación con productos domesticados, a través de estudios publicados, de conversaciones con expertos ganaderos y jardineros y de abundantes lecturas.
También de filosofía, política y economía. En “La riqueza de las Naciones” encontró Darwin las ideas de la importancia de las diferencias individuales y del resultado beneficioso de actividades “no guiadas”. Spencer le aportaría, posteriormente, la idea de que SÓLO LOS MÁS “ADECUADOS” SOBREVIVEN EN UN MUNDO DE FEROZ COMPETENCIA.
Pero la revelación decisiva le llegó de los “filantrópicos” principios malthusianos. Así es como él mismo lo describe:
“En Octubre de 1838, esto es, quince meses después de haber comenzado mi estudio sistemático, se me ocurrió leer por entretenimiento el ensayo de Malthus sobre la población y, como estaba bien preparado para apreciar la lucha por la existencia que por doquier se deduce de una observación larga y constante de los hábitos de animales y plantas, descubrí enseguida que bajo estas condiciones las variaciones favorables tenderían a preservarse, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado de ello sería la formación de especies nuevas. Aquí había conseguido por fin una teoría sobre la que trabajar”. (“Autobiografía”, pag. 67).
LA “TRANSFORMACIÓN MENTAL” DE DARWIN, O
CÓMO SE FABRICA UN GENIO
De hecho, los debates y la aceptación que suscitó la obra de Darwin se produjeron, fundamentalmente, en torno a la idea de la evolución.
En España, por ejemplo, “El Orígen de las Especies” se tradujo (incompleto) en 1872. “The Descent of Man, and Selection in relation to Sex”, traducido incorrectamente como “El Origen del Hombre”, y del que los darwinistas actuales hablan poco (y con muy fundados motivos), se tradujo en 1876. En 1877 apareció la primera traducción completa de “El Origen de las Especies” corregida y ampliada.
“Filosofía zoológica” tardó un siglo en ser traducida al español. Fue publicada en 1911 por la pequeña editorial Sempere de Valencia.
Por eso, las narraciones darwinistas se pueden permitir, “sin faltar exactamente a la verdad”, hablar del debate sobre “la” Teoría de la evolución tanto dentro como fuera de las aulas universitarias (Gomis y Josa, 2002), como un debate sobre el darwinismo.
La publicación en 1859 de On the Origin of Species… (Acerca del origen de las especies), y la posterior aparición en 1871 de The Descent of Man (El origen del hombre), supuso una ruptura con la interpretación creacionista del Génesis… Y así, se adornan las ideas de Darwin con un tinte progresista, e incluso revolucionario, al narrar las confrontaciones que se produjeron entre sectores de tendencias liberales y, del otro, los sectores más conservadores de la sociedad española, con un fuerte apoyo de la Iglesia Católica.
El que no es darvinista es creacionista o, al menos, sospechoso. Incluso han conseguido que las personas de ideología progresista asocien a Darwin con sus ideas, porque dio una visión “materialista” de la vida, cuando no hay nada más alejado de una ideología progresista que el darwinismo.
Los darwinistas cuentan que Marx envió su obra a Darwin (“el cual no la leyó”), pero no cuentan lo que escribió Marx a Engels un poco después:
“En cuanto a Darwin, al que he releído otra vez, me divierte cuando pretende aplicar igualmente a la flora y a la fauna la teoría de Malthus, como si la astucia del señor Malthus no residiera precisamente en el hecho de que no se aplica a las plantas y a los animales sino sólo a los hombres —con la progresión geométrica— en oposición a lo que sucede con las plantas y los animales.
Es curioso ver cómo Darwin descubre en las bestias y en los vegetales su sociedad inglesa, con la división del trabajo, la concurrencia, la apertura de nuevos mercados, las ‘invenciones’ y la ‘lucha por la vida’ de Malthus”.
- Karl Marx -
Pero, tal vez, una de las deformaciones mas descaradas (porque su falsedad se puede revelar en libros existentes) es la de atribuir a la supuesta “revolución” darwinista un carácter de progreso científico porque fue el primero en dar una explicación materialista, no teísta de los fenómenos naturales (Rose, 1999, Ayala, 1985, etc.), como si las explicaciones de Saint Hilaire, Lamarck, Gèrárd (entre otros muchos), basadas en experimentos con embriones, estudios anatómicos, taxonómicos o paleontológicos, fueran interpretaciones “supersticiosas”.
El viaje alrededor del Mundo en el
Beagle.
Parece que, desgraciadamente, no hay más remedio que suscribir la opinión de Gould:
“Qué diferente sería hoy la ciencia de la biología si Darwin hubiera sido hijo de un comerciante y no de un médico extremadamente rico”.
Efectivamente, Darwin se embarcó acompañado de un criado, con una abundante suma de dinero, y con cuentas abiertas en las principales ciudades en las que se hizo escala.
La competencia de Darwin, que podía reclutar a un considerable número de “nativos” para sus recolecciones de “especímenes” y los desprecios del capitán exasperaron al naturalista oficial del Beagle (Robert McKormick) y las consecuencias las narra Darwin en su diario:
“La suerte del pobre McKormick estaba echada. / … / En Abril de 1832, en Río de Janeiro, fue “dado de baja por invalidez”.
Darwin comprendió el eufemismo y le escribió a su hermana, refiriéndose a McKormick, dado de baja por “invalidez”, es decir, por resultarle desagradable al capitán… “no constituye una pérdida”.
Las ocultaciones y manipulaciones de la historia “oficial” son demasiadas como para pensar en descuidos.
Del mítico y trascendental viaje del Beagle no volvió Darwin con ninguna idea sobre la evolución, a pesar de que, como nos cuenta en su Autobiografía, había oído hablar de Lamarck.
Su “descubrimiento” tuvo lugar ocho años mas tarde del regreso, tras su documentación antes mencionada. Concretamente, alrededor del 11 de Enero de 1844, aunque fuera un descubrimiento vacilante:
“Por fin ha surgido un rayo de luz, y estoy casi convencido, (el subrayado es mío) (totalmente en contra de la opinión de la que partí) de que las especies no son (es como confesar un asesinato) inmutables.” (Carta a J. Hooker en Autobiografía y cartas escogidas, pag. 273).
En suma, de los datos históricos se desprende que la sorprendente “conversión” de Darwin en el hombre genial que descubrió la selección natural, el “verdadero mecanismo de la evolución” fue más una creación externa que propia.
Pero, la sensación de desconfianza que produce el constatar cómo se ha fabricado un mito mediante la “creación” de una sólida teoría y una impecable y coherente biografía no sólo inexactas, sino contrarias a las que manifiesta el propio personaje, llega al extremo cuando nos enfrentamos con la falacia, (absolutamente manifiesta, porque se puede comprobar en libros que se encuentran actualmente en las librerías), de negarle a Darwin la responsabilidad del “darwinismo social”, ya que fue Herbert Spencer su verdadero creador, antes de la publicación de “El Origen de las Especies”.
“La evolución a 150 años (luz) de
Darwin”
Este artículo en vídeo. Consta de 2 partes:
El Proyecto Matriz #121A - Máximo Sandín
vs Darwin. El Origen del Darwinismo II
El Proyecto Matriz #121B - Máximo Sandín
vs Darwin. El Origen del Darwinismo II
¡¡¡ Artículo elaborado por Jes !!! ... del Proyecto Matriz
CONTINUARÁ…