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jueves, 5 de marzo de 2015

Fabricando La Sociedad Adicta


El mejor esclavo es aquel que no sabe que lo es y que además ama su esclavitud.

Parece que esta máxima estará marcada a fuego en nuestro futuro, si no actuamos de inmediatamente para remediarlo.

Y es que los mecanismos de la esclavitud se perfeccionan cada vez más.

Una persona encadenada de pies y manos puede ver aquello que la esclaviza con sus propios ojos; toma conciencia de cuál es su situación y sabe perfectamente contra qué y contra quién luchar.


Pero los mecanismos que nos esclavizan actualmente, son cada vez menos explícitos. Las cadenas ya no están alrededor de nuestros tobillos y muñecas, sino en el interior de nuestros cerebros.

La mayoría de gente cree que la esclavitud ha sido erradicada, cuando simplemente, ha cambiado de forma, se ha perfeccionado, se ha vuelto mucho más sutil… y mucho más efectiva.

Y pronto lo será aún más.

Porque hay muchas formas de convertir a una persona en esclava.

Se puede esclavizar mediante la opresión directa, negándole el acceso a los recursos y sometiéndola al agotamiento; se le pueden inculcar ideas y programarla mentalmente para que se someta a creencias, costumbres o doctrinas que condicionen su pensamiento y sus acciones hasta anular su voluntad…

Pero si hay un método realmente eficiente para esclavizar a un individuo, ese es convertirle en un adicto.


La adicción es un tipo de esclavitud indirecta, en la que el individuo está completamente subyugado a nivel psicológico y físico a un elemento externo.

Controlando el acceso a ese elemento externo, se puede obtener un pleno control del adicto sin que éste ni tan solo llegue a percibirlo.


Es pues un modelo de esclavitud altamente efectivo, que además permite al esclavista salvaguardarse de las posibles iras del esclavizado, cegado por la adicción e incapaz de identificar el origen de sus desgracias.

Es la esclavitud perfecta.

Y ese parece ser el modelo de sociedad que se está proyectando para nuestro futuro: una sociedad de adictos.

Concretamente, de adictos al placer fácil e inmediato.

Un revelador artículo titulado PLACER vs DOLOR EN LA SOCIEDAD PROGRAMADA, del escritor y periodista Jon Rappoport, sirve para ponernos sobre la pista…

Jon Rappoport

Los investigadores del cerebro creen que tienen el futuro del mundo en sus manos.

Por ejemplo, asumen que un día, serán capaces de activar o desactivar los circuitos que inducen placer y dolor en los seres humanos. De forma Fácil, fiable y precisa.

“En experimentos con ratones, los científicos reconfiguraron los circuitos del cerebro y cambiaron los malos recuerdos de los animales por recuerdos buenos…Los investigadores afirman que también fueron capaces de seguir el proceso contrario, es decir, cambiar una memoria placentera en los ratones por una asociada con el miedo.” (Kevin Drum, Mother Jones, 27/08/14)

Su razonamiento es simple.

Si los seres humanos tratan de encontrar el placer y evitar el dolor, o si persiguen objetivos que ofrecen el placer como un efecto secundario… ¿para qué esperar? ¿Por qué pasar por el arduo proceso de esforzarse para conseguir esa recompensa? ¿Por qué no recortar el camino de inmediato y experimentar placer directamente?

Vivimos en una época en la que la búsqueda de la recompensa instantánea, la distracción de la atención y el entretenimiento son de suma importancia, entonces ¿por qué no estimular directamente el cerebro y darle a la gente aquello que tanto anhela?

La lógica es: “si el intervalo entre el deseo y la satisfacción es largo, borrémoslo”

Ese es el futuro que por lo visto están construyendo para todos nosotros.

Un futuro donde recibiremos dosis de placer instantáneo, como terrones de azúcar inyectados directamente en nuestros cerebros.


Y como viene siendo habitual, el campo de la neurociencia es la punta de lanza de aquellos que están moldeando la sociedad del mañana…

Kent Berridge

Kent Berridge, Doctor del laboratorio de Biopsicología de la Universidad de Michigan, escribe, en un artículo titulado “puntos hedónicos del ‘Gusto': el brillo del placer en el cerebro”:

“El placer surge en el cerebro. El sabor dulce u otros placeres naturales son meras sensaciones externas que entran en el cerebro y son los sistemas cerebrales los que se activan para generar una reacción de ‘gusto’ y placer.

Nuestro laboratorio ha descubierto los generadores cerebrales del placer sensorial, en forma de puntos anatómicos hedónicos, que utilizan señales neuroquímicas para crear la intensa sensación de placer. Es importante identificar estos puntos cerebrales hedónicos generadores de placer, sus señales neuroquímicas y los circuitos del placer que provocan, con el fin de identificar a fondo los verdaderos mecanismos del placer.


La necesidad de encontrar generadores de placer verdadero es especialmente acuciante debido a que las disfunciones de los circuitos hedónicos pueden ser la base de los trastornos del estado de ánimo y de otros trastornos clínicos relacionados, y porque otros candidatos del cerebro que se creía que mediaban en la generación de placer, se ha descubierto que quizás no generan tanto placer como creíamos (por ejemplo, la dopamina y la estimulación eléctrica cerebral).

Por lo tanto nuestro objetivo es descubrir las verdaderas causas y los mecanismos generadores de placer en el cerebro”

En estos momentos, en el mundo de la ciencia hay auténtica obsesión por llegar a conocer como funciona nuestro cerebro, tal y como indicamos en el artículo: LA INMORTALIDAD DIGITAL.

A eso debemos añadir el imparable desarrollo de técnicas y tecnologías que permiten acceder directamente a nuestros cerebros y a nuestros pensamientos, con el objetivo final de conquistar el último bastión de la libertad individual: la mente del individuo.

Las técnicas que pueden desarrollarse al respecto parecen propias de la ciencia ficción, algo que exponíamos en el artículo: EL MÓDEM CORTICAL: LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA QUE CAMBIARÁ LA HUMANIDAD PARA SIEMPRE.


En el dominio de nuestras psiques está la clave para obtener el control total de la sociedad, el sueño eterno de todas las élites y personas poderosas a lo largo de la historia; la última barrera que deben superar para alcanzar el poder absoluto.

Y uno de los aspectos clave para alcanzar esos niveles de poder, radicará en el control del suministro del placer…

Huxley, Orwell

Una vez, Aldous Huxley le escribió una carta a George Orwell en la que le revelaba lo siguiente:

“La ambición de poder de los gobernantes del mundo puede llegar a quedar completamente satisfecha si consiguen que la gente ame su servidumbre, por vías diferentes a como lo conseguirían a través del castigo y la imposición. Me parece que la pesadilla de 1984 está destinada a convertirse en la pesadilla de un mundo más parecido a lo que yo me imaginaba en Un Mundo Feliz”


Conseguir el monopolio del suministro de placer, pues, no es una cuestión menor o anecdótica como podría parecer a primera vista: será un factor determinante en la conformación del mundo venidero.

A ello debemos añadir lo que algunos expertos y economistas ya están advirtiendo sobre las condiciones socioeconómicas globales que se dibujan en el horizonte cercano.

En una reciente entrevista, el economista Santiago Niño-Becerra citaba a otro economista, Jeremy Rifkin, que afirmaba:

“En este siglo, menos del 5% de la población producirá todos los bienes y servicios que consuman el resto de la población”

Jeremy Rifkin

A lo que él mismo añadía:

“Cada vez hace falta menos factor trabajo para producir lo mismo. La tecnología crea, por ejemplo, 10 mil puestos de trabajo cualificados, pero con ello destruye 100 mil puestos de trabajo de personas no cualificadas”


Esa es una previsión compartida por muchos otros analistas, que se basan en la creciente automatización de la producción en todos los ámbitos y en el desarrollo de nuevas tecnologías que cambiarán la faz de la tierra, como la impresión 3D.

Todo ello nos lleva a hacernos una pregunta obvia y preocupante: si tan sólo una pequeña fracción de la población será productiva, ¿qué harán el resto de personas que no tengan trabajo?

Parece ser que tendremos una gran porción de población sin una ocupación fija, posiblemente instalada en un estado crónico de precariedad, quizás subsidiada en los países occidentales con una paga de ciudadanía con la que poder subsistir mínimamente y sin posibilidades de cumplir sus sueños o de realizarse a nivel profesional.

Una importante masa de personas de segunda categoría, sometidas a un estado permanente de frustración existencial, que como una olla a presión puede acabar provocando un estallido descontrolado que haga temblar los cimientos de todo el sistema.


Todo parece apuntar, al menos ahora mismo, hacia ese escenario futuro.

Y si nos ponemos por un momento en la piel de las élites gobernantes, la pregunta que debemos hacernos es:

¿Cuál será la forma más fácil y barata de controlar a esa gran masa de gente con un potencial tan enorme para reventarlo todo de arriba a abajo?

¿Reprimiéndola duramente a través de un estado policial y provocando con ello la posibilidad de una creciente respuesta violenta?

¿O será más fácil, simple y llanamente, drogarla de alguna manera? ¿Convertirla en adicta y utilizar la propia adicción como válvula de control y dependencia hacia aquellos que les suministren la sustancia adictiva?

La respuesta es obvia.


El placer es mucho más eficiente como arma represiva que el dolor. El dolor o el sufrimiento conllevan una respuesta agresiva, muchas veces ligada a los instintos de supervivencia más básicos. Una fuerza que en determinadas circunstancias puede llegar a ser incontrolable.

Sin embargo, una persona con sus necesidades de placer bien cubiertas, es una persona potencialmente sumisa. Un individuo con el cerebro inundado por las endorfinas, es alguien narcotizado y dócil.


Tal y como afirma Rappoport en su artículo:

La lógica argumental que seguirán, para construir la sociedad del placer instantáneo del futuro, es la siguiente:

“Si mil robots que trabajan en una fábrica pueden fabricar más coches por día que sus homólogos humanos y lo hacen con el fin de aliviar el estrés del trabajo, entonces, por analogía, la entrega directa de placer a la población a través de drogas o de estimulación electromagnética, evitando la necesidad de seguir un proceso trabajoso para conseguir ese placer, también podrá ser considerado un objetivo digno”

Una vez instalado este argumento lógico en el imaginario común, que podríamos definir con la frase “el acceso al placer es un derecho humano”, todo dependerá de las vías de suministro de ese placer y más concretamente, de las facilidades que tengamos para acceder a él.


EL MONOPOLIO DEL PLACER

Si alguien pretendiera utilizar el acceso al placer como herramienta de control y sometimiento social, lo primero que debería hacer es apoderarse del suministro de ese placer, arrebatándoselo por completo a los individuos. 

Eso es prácticamente imposible. Los seres humanos tenemos muchas y variadas formas de suministrarnos dosis de placer a nosotros mismos, desde la actividad sexual hasta placeres refinados de carácter cultural como el acceso a la música o la gastronomía. 


Sin embargo, una forma de controlar el suministro de placer, es convertir esas fuentes de placer en obsoletas y embarazosas, ofreciendo en su lugar fuentes de placer más rápidas y cómodas. 

Pongamos un ejemplo. 

¿Alguien se imagina qué efectos tendría sobre la sociedad si una persona pudiera alcanzar un orgasmo instantáneo simplemente recibiendo un impulso electromagnético en su cerebro? 


Ahora puede parecernos una locura, pero el sexo tal y como lo conocemos, se convertiría rápidamente en una actividad poco práctica, incómoda y prácticamente obsoleta. 

Muchas personas ya no saldrían de sus casas con el objetivo de someterse a los largos e impredecibles rituales del cortejo y preferirían quedarse en sus domicilios, cómodamente sentados en el sofá suministrándose orgasmos fáciles, evitando así la posibilidad de sufrir desengaños, desencuentros, experiencias fallidas o verse sometidos a “engorrosos” compromisos sentimentales. 

Puede parecernos demencial, pero en algunos países, como Japón, ya empiezan a sufrir los primeros síntomas de esta sociedad atomizada y “des-sexualizada”… 


Japón sufre una crisis de líbido. 

La tasa de natalidad ha caído rápidamente y para 2060 se espera que la población de Japón habrá disminuido en un tercio. Esto es consecuencia del hecho de que los jóvenes japoneses cada vez mantienen menos relaciones sexuales. 


Un estudio demuestra que más del 20% de los hombres japoneses jóvenes muestran desinterés por el sexo y prefieren el sexo virtual, así como un 45% de las mujeres japonesas de entre 16 y 24 años de edad. 

Por lo tanto, conseguir el monopolio del placer es relativamente fácil; prácticamente es una maniobra empresarial. Se trata de ofrecer un producto que ofrezca más comodidades y un acceso más rápido al placer que los métodos actuales. 

Que a nadie le quepa ninguna duda: si alguien pudiera crear una fuente de placer instantáneo, las relaciones sociales se alterarían dramáticamente, el sexo se convertiría en algo arcaico y otras vías de obtención de placer, como la buena gastronomía, practicar deporte o realizar actividades creativas, se verían condenadas a la extinción. 


Ello conllevaría asimismo varias consecuencias graves: 

1.- Adicción 

El acceso a fuentes de placer instantáneo, acabaría derivando irremisiblemente en una adicción por parte de todos los ciudadanos hacia aquellos productos que pudieran ofrecerles las dosis de placer narcotizante. Se sentarían pues las bases para una Sociedad Adicta


2.- Externalización del placer y Dependencia absoluta 

Una vez convertidas en obsoletas las fuentes de placer que nosotros mismos o que las demás personas pudieran ofrecernos, se abriría la puerta a productos comerciales de suministro de placer, por lo que las empresas y grandes corporaciones que nos vendieran esos productos, obtendrían un completo control sobre la fuente de nuestra adicción y por lo tanto, sobre nosotros mismos. 

Seríamos dependientes totales de nuestros suministradores, de forma similar pero mucho más subyugante que la que pueda tener un yonki con su camello, pues nuestra adicción estaría controlada por organismos con los que no podríamos negociar ni contactar a nivel personal. 

Esas organizaciones podrían dictaminar todo tipo de condiciones de obligado cumplimiento a los ciudadanos adictos, con el fin de que éstos se vieran obligados a obedecer para poder seguir disfrutando de las dosis necesarias de placer que alimentan su adicción. 

Con ello, pues, se sentarían las bases para una completa tiranía y esclavitud y para un control absoluto de todos y cada uno de los ciudadanos adictos, aunque sin lugar a dudas se nos presentaría bajo el ya habitual sello de “la libertad de elección”

Dicho de otra manera: se nos permitiría elegir ser adictos a “Pepsi” o a “Coca Cola”… pero seríamos adictos y dependientes al fin y al cabo. 


3.- Muerte de la creatividad humana  

Muchas actividades humanas, relacionadas indirectamente con la obtención o la falta de placer, se verían gravemente afectadas. 

Una de ellas, la más importante quizás, sería la creatividad en todos los campos, desde el artístico hasta el intelectual o científico. 

Muchos de los grandes creadores de la historia (obviamente no todos) han sido personas con carencias en sus vidas cotidianas, cuya principal y a veces única fuente de placer o realización personal era la que les suministraba su propia capacidad para crear o concebir ideas. 


¿Qué habría sucedido si esas penosas hubieran tenido un acceso rápido y fácil al placer y sus cerebros se hubieran visto inundados de endorfinas de forma continuada? 

¿Habrían sentido con la misma intensidad la necesidad de crear o pensar? 

¿Qué habría perdido la humanidad entonces? ¿Cuántos genios y grandes creadores habrían cesado sus actividades, al no sentir la necesidad imperiosa de buscar en su interior una forma de expresarse y realizarse? 

Aunque parezca mentira, este es uno de los mayores peligros que puede conllevar la construcción de una sociedad adicta. 


4.- Pérdida de la capacidad para valorar las cosas  

El acceso fácil al placer inmediato conllevaría daños irreversibles a nivel psicológico, en todos los miembros de la sociedad. 

Primero, porque aquello que se obtiene con facilidad, no se valora lo suficiente. 

Pero aún peor, porque una vez la gente dispusiera de un fácil acceso al placer, todas aquellas cosas que no ofrecieran una descarga instantánea y narcotizante de endorfinas en el cerebro, no serían valoradas en absoluto por las masas adictas. 

Así sería como las otras personas, los pequeños detalles cotidianos, la belleza de la naturaleza, la creatividad, el esfuerzo, el sacrificio o cualquier actividad que no implicara una recompensa inmediata, se convertirían en algo pesado, aburrido y casi insoportable para los adictos al placer fácil. 

Habría un desprecio absoluto hacia todo aquello que no ofreciera la dosis de placer correspondiente, tal y como le puede suceder a cualquier drogodependiente, cegado por su adicción e incapaz de valorar la vida y las necesidades de los demás. 

La sociedad pasaría a estar formada íntegramente por individuos desconectados entre sí y profundamente egoístas, que solo pensarían: “solo me interesa mi dosis de placer, aquí y ahora mismo y no me importa nada más” 

Se disolverían las muestras de amor, de empatía, de generosidad, de solidaridad… y tendríamos entre las manos la receta para el infierno en la tierra. 


5.- Condicionamiento por asociación 

Una vez sentadas estas bases, todos los individuos seríamos fácilmente controlables. 

Podrían hacer con nosotros prácticamente lo que quisieran. 


Por ejemplo ¿qué sucedería si esas dosis de placer inmediato estuvieran asociadas a determinados elementos? 

¿Qué sucedería si, por ejemplo, cada vez que viéramos un determinado anuncio publicitario, un escalofrío de placer recorriera nuestra espina dorsal? 

Asociaríamos ese producto con esa sensación de placer concreta y en nuestro cerebro serían indisociables entre sí. 


¿Alguien es capaz de imaginar hasta qué punto podrían manipularnos con este tipo de asociaciones? 

¿Y qué sucedería si asociáramos la descarga de placer con matar a alguien? ¿No sería la forma más efectiva de programar a los soldados para que ignoraran todo tipo de planteamientos éticos o morales? 

¿Y si alguien asociara la visión de la autoridad o el cumplimiento de la ley con el placer? 

Si alguien fuera capaz de suministrar, ni que fuera una ligera sensación de placer al ver la cara de nuestros líderes… ¿en qué tipo de bestias obedientes y serviles nos convertiríamos? 


Sabemos que todo esto que estamos diciendo en este artículo parece una locura, propia de alguien que tiene un exceso de fantasía o que ha perdido definitivamente el juicio. 

Pero debemos empezar a pensar en este tipo de escenarios, por fantasiosos que parezcan, porque aunque no los vayamos a vivir inmediatamente, ya hay gente trabajando afanosamente en ello. 

Dentro de poco, daremos el primer paso hacia este mundo futuro aparentemente inconcebible. 

En pocos años la realidad virtual formará parte de nuestro entorno más cotidiano. 


Y una vez se haya mapeado adecuadamente nuestro cerebro y se haya terminado de desarrollar la tecnología correspondiente, Internet, la realidad virtual y las sensaciones de diseño nos podrán ser suministradas directamente al cerebro. 

Nuestra visión del universo se transformará ante nuestros propios ojos, con la facilidad de un clic de ratón y todos aquellos chismes, aparatos y redes informáticas que ahora concebimos como algo externo a nosotros, pasarán a formar parte integral de nuestras mentes y de nuestras experiencias sensoriales. 

Habrá programadores de sensaciones de diseño, descargables directamente en nuestro cerebro; serán la versión futurista de los creadores de tendencias actuales, mezcla de programador informático, perfumista y diseñador de moda. 

De la misma forma que hoy en día existen los olores corporativos que podemos percibir al entrar en determinadas tiendas o negocios, el día de mañana dispondremos de complejas sensaciones compuestas que inundarán nuestro encéfalo cuando accedamos a determinados espacios, reales o virtuales. Sensaciones "premium" de alta calidad para los que las puedan pagar y sensaciones gratuitas de calidad inferior con publicidad incorporada, al más puro estilo “comida basura”, para los ciudadanos de segunda categoría

Pero sea como sea, estaremos sometidos a una inundación continuada e incesante de placer prefabricado, con el que convertirnos en adictos y en obedientes esclavos del Sistema. 


Para que estas locuras sucedan, solo hace falta que nuestro cerebro esté conectado a la red… algo que por lo visto veremos mucho antes de finalizar este siglo si no conseguimos reconducir antes la evolución de nuestra especie. 

Muchos, quizás cegados por su propia fantasía, considerarán este futuro como algo altamente deseable, fascinante y maravilloso. 

Pero que nadie se deje engañar por su entusiasmo, asociado a la más absoluta superficialidad. 

Ese mundo futurista no será más que una enorme cárcel con brillantes luces de neón donde nuestra conciencia individual estará agonizando… 

GAZZETTA DEL APOCALIPSIS