Algunos califican al fútbol de "plaga emocional" o de "peste delirante", en la que la selección nacional se convierte en portadora de un patrioterismo ramplón (aunque sus estrellas intenten, si pueden, no pagar a hacienda y colocar su dinero en algún paraíso fiscal extranjero).
Y esta epidemia del fútbol, con todas sus lacras ideológicas y morales, ha sido agravada "espectacularmente" con la globalización, siendo el del "balompié" un sector donde la crisis parece inexistente.
La Televisión, el mayor
arma de guerra psicológica de la historia
¿Cómo y por qué empezó este enorme esfuerzo económico en la construcción multimillonaria de cientos de estadios en todo el planeta?
¿Qué fin tiene esta inmensa cantidad de recursos dedicados a algo tan superfluo e infantil como ver deportes que no practicas?
El vídeo de arriba puede aclararnos este aspecto, así como los párrafos finales.
Deberíamos despertar y olvidarnos de distracciones gladiatorias.
Desde la utilización que le dio el nazismo en los años treinta, como herramienta de propaganda política para obtener aunque sea una momentánea unión nacional detrás de los gobiernos, no hemos abandonado la desaforada emocionalidad deportiva.
No es necesario recordar la promoción del deporte de Estado por Mussolini, Hitler o Stalin, o lo que fue para la dictadura el Mundial de Fútbol que Argentina ganó en Buenos Aires, mientras fuera de los estadios desaparecían decenas de miles de los mejores jóvenes y otros luchadores, entre ellos cientos de deportistas y atletas profesionales.
El fútbol "NO" es un juego.
Ese fútbol donde unos cuantos "sobrepagados" juegan ante millones de personas que jamás podrán practicar un deporte porque no tienen salarios ni alimentación suficientes, ni tiempo libre al terminar sus trabajos extenuantes y mal pagados; y por eso simplemente miran la "caja idiota" (TV).
Como en la época de los emperadores romanos, se da pan y circo para que la gente no piense; o mejor dicho, que piense en cosas sin importancia, creyendo participar y ser sujeto en un espectáculo promovido por los dueños del poder para controlar incluso los sentimientos y dar una falsa sensación de alegría a las víctimas del capital, desviando su atención de las crisis, las matanzas, los asesinatos semanales con "drones", la desocupación, las hambrunas, la explotación y la opresión.
En la presente copa mundial, los patrocinadores (bebidas, ropa deportiva, automóviles, etc.) han pagado cientos millones de euros. Y los derechos de difusión por televisión y telefonía móvil, adquiridos por casi 200 países, se han vendido por cantidades estratosféricas.
La FIFA dispone de un presupuesto superior al de un país como Francia, y espolea el proceso de liberalización económica del fútbol.
Adidas, Nike, Puma y Umbro inundan el planeta con sus mercancías-fetiche: botas, camisetas, balones, fabricados en las zonas más empobrecidas del mundo, por obreros sobreexplotados.
Una camiseta deportiva, que cuesta en España unos 75 euros, equivale a tres meses de sueldo de un niño-trabajador de la India.
Algunos equipos se cotizan ahora en Bolsa, como cualquier valor.
De modo que lo que está en juego en ciertos partidos, sin que lo sepan los aficionados ni los futbolistas, es el alza o la bajada del precio de la acción del equipo-empresa.
Por ambición de lucro, muchos millonarios invierten en clubes de fútbol. Como por ejemplo en la Liga inglesa. El más conocido es el ruso Roman Abramovich , el ciudadano de menos de 40 años más rico del mundo (14 mil millones de euros), propietario del Chelsea. O el multimillonario estadounidense Malcolm Glazer, comprador por más de mil millones de euros, del Manchester United.
El objetivo de estos inversores es el de aumentar al máximo la rentabilidad. Imitando el modelo del capitalismo deportivo norteamericano.
Resultado de esta globalización del fútbol inglés (que quieren imitar las demás Ligas europeas): los equipos británicos o españoles acaparan a los grandes jugadores mundiales.
Revés de la medalla: algunos de los conjuntos más célebres, como el Arsenal, no alinean a ningún jugador inglés.
El mercado, el dinero y la ausencia de escrúpulos están imponiendo en el fútbol la ley del más rico. Aunque por un mes el mundial haga ilusión, el autentico patriotismo, el de las marcas privadas se está imponiendo.
Marx calificó de "opio del pueblo" a la religión para subrayar su función alienante y su vocación de distraer a la gente de la explotación a la que es sometida. Los mismos que se envuelven en la bandera y gritan por el triunfo de "su" equipo, serán de seguro los mismos que mediante el miedo serán llevados a una guerra cualquiera por un caudillo cualquiera.
Mientras "el mercado" nos devuelve cien años atrás, nosotros seguimos pegados a la pantalla de embrutecimiento masivo.
Competir, competir, competir
Competitividad-darwinismo social como
método de control de las masas.
Reinoid Niebuhr afirmaba que "la racionalidad es una técnica, una habilidad al alcance de muy pocos, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones". Es aquí donde las estrategias propagandísticas atacan, directas a movilizar al rebaño a través de las emociones sin permitirles una tregua para que no pongan en marcha el "peligroso" raciocinio.
El fútbol tiene hoy idéntica función. Por eso la globalización quisiera condenarnos, en cierto modo, a fútbol perpetuo. Para domesticarnos. Para que nunca despertemos de la nueva enajenación. ¿Hasta cuándo nos dejaremos?
(Ignacio Ramonet: "Fútbol perpetuo", inspirado en un artículo de "Le Monde Diplomatique")
Este fútbol es el máximo narcótico actual y es frenéticamente consumido en todo el mundo.
El formidable historiador británico Eric Hobsbawm ha señalado como el fútbol muestra el conflicto esencial de la globalización:
¿En qué se ha convertido cada Copa del Mundo? En un "megaespecial de televisión" de un mes de duración con estrellas que son el equivalente futbolístico de "megaestrellas" de Hollywood.
El fútbol es la mayor industria del entretenimiento global. Y también un imán para el lavado de dinero.
¿Cuánto vale el futbolista del mundo del año, Lionel Messi de Argentina? ¿150 millones de dólares, 200 millones, 300 millones?
Vosotros jugáis, nosotros cobramos.
El destacado escritor uruguayo Eduardo Galeano, dijo una vez: “La FIFA es el FMI del fútbol”.
De manera muy parecida al Fondo Monetario Internacional, la "Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol" es obscenamente rica, extremadamente poderosa y está dirigida como un club "hiperexclusivo".
La FIFA se fundó en 1904. Sólo 310 personas trabajan en la sede en Zúrich. Y sólo unos 1.000 trabajan en los asombrosos 208 países miembros (“sólo” 192 naciones son miembros de la ONU, que emplea a más de 40.000).
Los 24 miembros del consejo de la FIFA, a los que paga unos 50.000 dólares al mes, pasan su precioso tiempo viajando por el mundo y haciendo tratos con Estados, naciones y corporaciones. De un modo muy similar al FMI, la rotación de personal es mínima (a pesar de que el FMI nos pide una "flexibilidad" absoluta en nuestro "mileurista" trabajo).
La mayoría de los empleados de la FIFA han ocupado sus puestos durante más de 15 años.
La FIFA es responsable de la comercialización de cada producto vinculado al fútbol profesional, el patrocinio y los derechos de la televisión. Está en el epicentro de un mercado de 250.000 millones de dólares.
BRASIL: OBLIGADA A ACEPTAR LAS LEYES QUE
ORDENE LA FIFA.
Cuando un país recibe un mega evento como este, junto viene un paquete de cosas que hay que aceptar sí o sí.
Entre ellas las leyes de excepción que están dentro de la llamada “Ley general de la Copa” aprobada hace pocas semanas por la última instancia en el Tribunal Superior de Brasil. Sin esta Ley, no hay Copa.
Una ley que permite la creación de zonas de exclusión de 2 km alrededor de los Estadios en espacios públicos (un cerco militar) y la excepción de impuestos (alrededor de 10 billones de reales) para garantizar que FIFA y las corporaciones patrocinadoras gocen sus lucros.
Además, desde 2013 el Estado está intimidando a activistas y organizadores de movimientos históricos. “La policía va directamente a las casas de personas que están organizando protestas, a casa de sus madres, de parientes para detenerlos preventivamente y así para evitar que hagan algo durante la Copa”.
La Ley General de la Copa crea nuevos tribunales que están alrededor de las canchas y si cometes un crimen que va en contra de esta Ley puedes ser juzgado en este “tribunal de excepción” con penas altas y sin el derecho a una defensa.
La inversión de un billón y medio de reales en seguridad es uno de los gastos de la Copa que más impresiona y es la FIFA quien está creando las reglas del juego con la “Lei Geral da Copa” de 2012.
Durante un mes Brasil será un territorio donde sus leyes propias dejan de existir y todo el mundo debe obedecer las reglas de la FIFA. La FIFA, de hecho, sustituye a la ley y a la soberanía nacional durante un mes.
El discurso oficial, comenta, es que van a detener sólo a vándalos pero en la práctica van a casa de gente que está involucrada con movimientos sociales desde hace mucho tiempo. Exactamente como en la época de la dictadura.
BRASIL: LO MISMO QUE OCURRIÓ EN
SUDAFRICA...
En 2009, la FIFA ganó 1.000 millones de dólares. Sólo con la Copa del Mundo en Sudáfrica, la FIFA recibió 3.800 millones de dólares.
Como icono del capitalismo salvaje, la FIFA nunca pierde dinero. Está totalmente asegurada. AQUÍ NO HAY RECORTES.
El muy elogiado tren de alta velocidad de Pretoria a Johannesburgo estaba retrasado cuando empezó el mundial.
Sólo se había abierto un tramo entre el aeropuerto de Johannesburgo y el lujoso vecindario Sandton, la milla cuadrada más acaudalada (blanca, por supuesto) en África, donde residirían los cerca de 200 delegados de la FIFA. Su presidente, el superburócrata Sepp Blatter, dormiría en las falsas Torres Michelangelo protegido por cinco guardaespaldas, con acceso a un baño en suite al estilo Disney, así como a un mini bar personalizado con el mejor chardonnay sudafricano y con cubos de hielo hechos con agua de Evian.
Cualquier país que desee organizar una Copa del Mundo debe someterse virtualmente a la autoridad de la FIFA, lo que incluye cambios en la legislación nacional.
Hace cuatro años, el Parlamento de Sudáfrica atribuyó a la Copa del Mundo el estatus de “evento protegido” regido por una legislación específica.
El país organizador debe ceder a la FIFA los derechos para todo, desde la publicidad y el mercadeo hasta el control del perímetro que rodea los estadios (La FIFA es de hecho un Estado soberano en todos los estadios en Sudáfrica).
De un modo muy similar al FMI, la FIFA no es un organismo humanitario.
Para las corporaciones asociadas, la tarea de la FIFA es abrir mercados, África cuando la "roja", hoy depauperada, se hizo con la Copa del Mundo.
A continuación se describe un ejemplo de cómo trabaja realmente la FIFA.
Un estadio en Athlone, un suburbio pobre de Ciudad del Cabo de mayoría “de color”, habría podido asegurar numerosos puestos de trabajo en el área y ser el catalizador de un proceso de pavimentación de calles, construcción de nuevas casas y la mejora del transporte público.
En su lugar, la FIFA prefirió el estadio Green Point construido entre el mar y la tarjeta postal favorita de Ciudad del Cabo, Table Mountain, a cinco minutos de un centro comercial de lujo y cerca de un campo de golf financiado con fondos públicos.
Un inspector de la FIFA dijo al periódico sudafricano "Mail and Guardian" que miles de millones de espectadores no desearían ver “chabolas y pobreza” en la televisión.
Como si la Copa del Mundo no se estuviera celebrando en un país con casi el 40% de desempleo, en el cual la mitad de la población vive con menos de un dólar al día.
En fin, sigamos atentamente la pelota, soñaremos con ella mientras dormimos.
Los mercados siguen trabajando para que tu trabajes mucho más.
LOS DEPORTES ESPECTÁCULO TE EMBRUTECEN.
"Usualmente lo que llamamos "realidad" no es otra cosa que una alucinación colectiva inducida por los medios de comunicación" ("El fútbol", del libro Nadie vió Matrix de Walter Graziano, pág. 118/119):
La funcionalidad del fútbol y de los demás deportes profesionales para la élite globalista es clarísima. Con los deportes, cuanto más masivo sean, más se logra un cuádruple objetivo:
- Por un lado, lavar una buena cantidad de fondos provenientes de actividades ilegales que resultan del narcotráfico, la venta de armas, y otros negocios.
- Por otro, desviar cualquier atisbo de nacionalismo, regionalismo o localismo que las masas y las clases medias pueden llegar a albergar íntimamente, hacia una infantil pasión por algo que sólo es una vistosa camiseta colorida.
- El tercer objetivo es llenar espacio en medios de comunicación, lo que ayuda a que los mismos desinformen y deformen la importancia relativa de los diferentes aspectos de la realidad, importante objetivo de la élite globalista.
- El cuarto, y novedoso beneficio obtenido por la élite globalista, es que mediante la actividad deportiva se puede influir para que la gente vote en las elecciones por candidatos que de otra manera nunca podrían llegar al poder.
Veamos la interdependencia de los tres auténticos poderes del imperio anglo-norteamericano:
- El poder económico, claramente predominante, surte de fondos tanto al poder político (financia el costo de las campañas electorales, el modo de vida de los políticos, y muchas veces también sus negocios, legales o no), y también financia a los medios de comunicación (avisos, propaganda, solicitadas, premios, dinero “arriba” y “abajo” de la mesa, y hasta coloca a algunos de los periodistas).
- El poder político brinda cobertura a los designios del económico mediante decretos, leyes, sentencias judiciales y todo tipo de decisiones visibles (como guerras) e invisibles (como la generación del “terrorismo” y también la propia “lucha” contra él). A su vez da a los medios de comunicación información, desinformación, cargos y puestos dentro de la estructura de gobierno, y hasta sostiene agentes de inteligencia transvestidos muchas veces en periodistas.
- Finalmente, los medios de comunicación brindan cobertura al poder económico, haciendo conocer la información que las megacorporaciones desean que se conozca, y escondiendo en lo posible la que éstas consideran inconveniente y digna de ser ocultada, y le dan cobertura y legitimidad al sistema político apoyando al gobierno de turno, o a la oposición, a republicanos o demócratas e incluso a independientes en algunas ocasiones, pero siempre cuidando de que la gente siga creyendo que en los Estados Unidos, en el Reino Unido y en mayor o menor medida en el mundo entero, se está viviendo realmente en “democracia” y en un régimen “capitalista de libre mercado”. Ésta es la matrix imperial anglo-norteamericana bajo la cual todos los ciudadanos del mundo, en mayor o menor medida estamos sujetos merced a la globalización. Su gestación lleva nada menos que cuatro siglos.
¿Y dónde quedan en la matrix los diversos servicios de inteligencia? No son otra cosa que el brazo ejecutor del poder económico. Realizan las políticas y las acciones que el poder político no puede llevar a cabo por cuestiones obvias. Por lo tanto, no están al servicio de los países que los han conformado, ni mucho menos de los ciudadanos, que en gran parte los financian con el pago de impuestos, sino de intereses transnacionales. Es por eso que es muy pertinente hablar de una “red” de servicios secretos que a veces “hacen ver” que se pelean y discuten entre sí, cuando en realidad, en las principales cuestiones trabajan para la misma gente.
Quizá sorprenda esto, pero es necesario decir que los servicios de inteligencia y las agencias de noticias tienen un origen común. Ya desde el siglo VIII antes de Cristo, el rey Sargón I de Asiria había establecido un servicio de inteligencia especializado en recabar información de los pueblos vecinos y, a la vez, diseminar en ellos noticias falsas acerca de sus intenciones.
Como puede observarse, algo muy similar a lo que hoy realizan en forma conjunta la CIA y el M16 con la colaboración casi incondicional de las más importantes agencias internacionales y medios de comunicación de más prestigio, en los que están infiltrados al más alto nivel, y hasta entre muchos de sus propios periodistas y articulistas.
Pero la colaboración entre servicios secretos y la prensa en la era contemporánea se perfeccionó en la mal llamada Revolución Francesa, cuando los periódicos de la época, en manos de las sociedades secretas al servicio de los intereses ingleses, manipularon a las masas populares diseminando información falsa para producir los trágicos eventos que comenzaron con la toma de la Bastilla. De allí en adelante el mecanismo se ha sublimado, por emplear un término impropio para lo dramático de la situación actual. ¿Y dónde se ubican las sociedades secretas en esta matrix triangular? Nada menos que en los tres vértices.
Volviendo al tema central que nos ocupa, lo cierto es que el resultado final de esta matrix triangular es cada vez más perverso a medida que el imperio intenta, por necesidad propia, dada su escasez cada vez mayor de recursos naturales, expandirse y hacerse con los recursos de terceras naciones mucho más débiles que el epicentro del triángulo.
Sus alcances son mucho mayores de lo que el lector puede a primera vista suponer, dado que las propias relaciones interpersonales están por lo general mediadas o basadas en la “información” difundida por los medios de comunicación. Incluso la información que parece más inocua como la deportiva o policial tiene efectos que a primera vista pueden ser desconocidos por una vasta mayoría pero son planificados para adormecer el razonamiento y el conocimiento de las masas populares y de las clases medias.
Mediante el deporte y su desmedida difusión se intenta, desde el poder económico, canalizar los sentimientos nacionalistas, regionalistas y localistas que muchísimas poblaciones del mundo en mayor o menor medida poseen. De tal manera, muchas veces “la patria” y "el himno” pasan a ser símbolos que estamos dispuestos a escuchar en partidos de fútbol, campeonatos mundiales de baloncesto o copas de tenis. Ocurre que el poder económico, que financia a manos llenas la actividad deportiva, no desea ningún tipo de problemas con la globalización.
Para ello es necesario acabar lo antes posible con nacionalismos, regionalismos y localismos varios, y desviar la atención hacia el partido de fútbol de cada domingo.
De la misma manera, la desmedida proliferación de noticias policiales cumple una doble función para la élite globalista: por un lado, se llena espacio en diarios, televisión, radio, etc., lo que sirve para desviar la atención de otras informaciones políticas o económicas que la pondrían en apuros.
Por el otro, se logra generar una auténtica campaña de desconfianza en el desconocido (en otras palabras, en el semejante), tanto entre las masas populares como entre las clases medias, aterrorizadas a nivel mundial por las noticias.
Con ello la élite globalista logra aplicar legislaciones que cada vez cercenan más los derechos individuales y va transformando aún a algunos de los países con fama de más “democráticos” en verdaderos estados policíacos. La élite globalista ha logrado, en buena medida robotizarnos y hacer que desconfiemos unos de otros para que confiemos ciegamente en ella, la verdadera autora de nuestros males, debido a que su riqueza y su poder transforma a sus integrantes en ciudadanos de un prestigio irreprochable e intachable, merced a nuestra ceguera. La élite se convierte en casi una garantía de confianza. Si eso no es estar durmiendo con el enemigo, es difícil saber qué puede serlo.
Paradójicamente, en un mundo en el que cada vez hay más y más información de todo tipo y al instante, lo que se logra es que haya un apreciable grado de confusión dado que no es fácil seleccionar lo que realmente merece ser tenido en cuenta y aquello que es sólo pasatiempo, desinformación o engaño.
La élite ha logrado que a través de los principales medios de comunicación internacionales y de las propias agencias de noticias (colmadas de agentes de inteligencia disfrazados de periodistas y cronistas), se destruyan conexiones, se supriman relaciones causales y se aíslen hechos que en realidad están muy entrelazados unos con otros. Se trataría entonces nada menos que de la difusión de los simulacros y simulaciones, entronizados como la realidad, para consumo masivo, cuando la misma se mantiene incognoscible para una vastísima proporción de la población, aunque paradójicamente, las masas y las clases medias creen saber lo que ocurre en el mundo.
Es por eso, y no por el hecho de que aquí seamos una especie de “oráculo”, que la información que el lector ha leído en esta obra puede resultarle tan impactante, asombrosa y controvertida, cuando en realidad no debiera resultarle así.
Lamentablemente, en el mundo moderno, estamos todos sometidos a la verdadera “droga” que resultan los medios de comunicación. La peor de todas es la televisión, en la cual el nivel general (no sólo de la información) es cada día peor, masificante y decadente, sino que por el mero hecho de estar encendida ya de por sí ejerce un nefasto efecto hipnotizante, aun cuando simplemente suene su “palabrerío de fondo”.
(Resumen de las páginas 449 a 455 de "Nadie vio Matrix", de Walter Graziano)
El fútbol, poco apropiado para el cuerpo humano.