“El fundamento de un
sistema son intereses disfrazados de postulados racionales”
Mario Conde (ex-banquero)
“El darwinismo parece haber vuelto a sus raíces de justificación teórica del “statu quo” social, aunque, en realidad, nunca se alejó mucho.
A lo largo de los últimos 150 años, el vocabulario de la Biología sólo se ha diferenciado del lenguaje de la economía de mercado en los sujetos (banquero, empresa o bolsa, por individuo, especie o ecosistema, por ejemplo), porque los procesos y las reglas (“leyes”) que los rigen son prácticamente indistinguibles: las estrategias adaptativas, el coste-beneficio, la explotación de recursos, la competitividad, la eficacia de un comportamiento, o su rentabilidad, incluso las carreras armamentísticas (y muchos otros) se han llevado hasta los más recónditos procesos bioquímicos.
De hecho, incluso en las secciones de periódicos relacionadas con la economía se puede leer: “El mejor libro de negocios que se ha escrito es “El Origen de las Especies”.
Porque, en lo más profundo del Darwinismo, con sus inamovibles principios, lo que subyace en realidad no es el intento de estudiar o comprender la Naturaleza, sino el espíritu que guiaba las argumentaciones de Malthus, Spencer y el mismo Darwin: la justificación de las diferencias sociales y entre países colonizadores y colonizados (o “civilizados” y “atrasados”). Y esto explica la magnífica acogida de los libros “científicos” encaminados en esta dirección, su gran difusión y el gran prestigio que adquieren sus autores”
Máximo Sandín
Bioantropólogo y profesor del Departamento de Biología
en la Universidad Autónoma de Madrid,
a cargo de la docencia de Evolución Humana y Ecologia
Este "post" es continuación de estos otros 3 artículos, que se recomiendan leer previamente:
UNA NUEVA BIOLOGÍA PARA UNA NUEVA
SOCIEDAD
Resulta verdaderamente difícil definir qué es hoy el Darwinismo (el neo-darwinismo, para ser exactos), lo cual es un serio problema, porque se trata de “la” teoría de la evolución, la base teórica de la Biología que permitiría explicar (pero sobre todo comprender) todos los fenómenos biológicos y muchas de las grandes cuestiones candentes actuales, desde los graves problemas ambientales, hasta el posible futuro de los ecosistemas (especialmente el humano), desde el SIDA hasta el cáncer . Pero lo cierto es que, a pesar de que en los últimos 25 años se han producido descubrimientos espectaculares en el campo de los conocimientos biológicos (o tal vez, precisamente por ello), nos encontramos con una gama tan variada y, a veces tan contradictoria, de concepciones y explicaciones de los procesos evolutivos que la base teórica, más que en confusa, se ha convertido en inexistente.
La teoría “oficial” que sigue figurando en los libros de texto, a pesar de estar totalmente descalificada por los datos recientes es la llamada “Teoría sintética moderna”.
El término “moderna” hace referencia a la época en que fue elaborada, desde los años veinte a los cincuenta, fundamentalmente por matemáticos (Wrigth, Fisher y Haldane) que tenían muy pocos conocimientos de genética cuando incluso los genetistas tenían muy pocos conocimientos de genética.
La idea de evolución (de cambio en la organización morfológica, fisiológica y genética) se resume así de sencillamente: La visión de Darwin sobre la selección natural se puede incorporar fácilmente a la visión genética de que la evolución se produce típicamente a partir de cambios en las frecuencias génicas.
En la época en que se elaboró la Teoría Sintética se hablaba de “un gen – un carácter”.
Posteriormente, se pasó a asociar un gen con una proteína y, finalmente se ha comprobado que la información genética es algo de una complejidad difícil de abarcar.
En primer lugar, el ADN en sí mismo no es ni autorreplicable ni de único significado. Es algo así como un diccionario, que necesita de una gramática, incluso de un idioma que dé sentido (y contexto) a la información que contiene.
Muchos genes tienen la capacidad de lo que se conoce como “splicing” (empalme o ligamiento) alternativo (Herbert y Rich, 1999), es decir, de producir diferentes mensajes (diferentes proteínas) en función de las condiciones del ambiente celular (que, a su vez, depende del ambiente externo), lo que en definitiva significa que el ADN POSEE LA CAPACIDAD DE RESPUESTA AL AMBIENTE. Y esta capacidad de respuesta va aún más lejos si tenemos en cuenta los descubrimientos derivados de la secuenciación (parcial) del genoma humano.
El 95% de nuestro genoma está constituido a partir de elementos móviles (o transposones, que son unidades genéticas móviles con una amplia diversidad en su estructura y en los mecanismos de transposición que utilizan) y virus endógenos.
- Bárbara McClintock -
Según Bárbara McClintock, la descubridora de los elementos móviles, la función de los genes es totalmente dependiente del ambiente en que se encuentran.
Los resultados del Proyecto Encode (Encyclopedia of DNA Elements) que, mediante la cooperación de 35 grupos de trabajo, el uso de potentes métodos bioinformáticos, y estudiando la actividad de 44 regiones seleccionadas al azar que constituyen el 1% del genoma codificante de proteínas ha obtenido “la mayor resolución obtenida hasta ahora” (Gerstein, M. K., et al., 2007), han puesto de manifiesto que los genes tienen muchas formas alternativas y un mismo gen puede dar lugar a proteínas distintas dependiendo de cómo se combinen las distintas regiones. Pero lo más determinante es cómo se controla esa información:
Estas regiones del genoma analizadas están muy interconectadas unas con otras, mientras que la idea que tenían hasta el momento los científicos era que los genes estaban claramente delimitados. En el genoma, todo un conjunto de instrucciones dictan cómo son las características de los seres vivos. Los científicos no saben muy bien cómo leer esas instrucciones y qué regiones del genoma son las que realmente codifican esas instrucciones.
Pero sí se conoce, cada día con más certeza, donde están las más importantes. La mayor parte del genoma tiene actividad (se podría aventurar que la totalidad); es decir, no está “silencioso”, lo que echa por tierra la idea de que una gran parte del ADN sería algo así como “basura”, sin función alguna.
En efecto, entre toda la inmensa maraña que constituye el control de la información genética, ha surgido con una gran importancia (seguramente la fundamental) la actividad de lo que, gracias a la “aportación” de la llamada “teoría del gen egoísta”, ha permanecido durante muchos años fuera del foco de interés de los genetistas (Von Sternberg, 2002) por su consideración de “ADN basura” (más concretamente “chatarra”). La fracción “no codificante” del genoma, que constituye el 98,5% de la totalidad del genoma, está formada por “ADN intergénico”, es decir, intrones, virus endógenos, elementos móviles y una gran variedad de secuencias repetidas en mayor o menor medida.
Todas estas actividades están condicionadas por el almacenamiento y procesamiento de información por parte del, por el momento, indescifrable proteoma (el conjunto de proteínas celulares que participan en todos sus procesos), (Gavin, A.C. et al, 2002; Ho, Y. et al. 2002), y por el estado del metaboloma (Barábasi y Oltvai, 2002), es decir, por las condiciones ambientales.
Los estudios sobre el proteoma están poniendo de manifiesto fenómenos que, según sus investigadores (Gavin, et al., 2002; Ho et al., 2002) desafían la imaginación. Los miles de complejas proteínas que interactúan en las células se asocian en grupos de, al menos, 96 proteínas. Cada combinación determina, al parecer, sus estructuras y funciones características. Según los autores, la célula está organizada en una forma para la que no estamos preparados.
Las remodelaciones genómicas se han producido porque los genomas animales y vegetales están compuestos en su inmensa mayor parte (lo que incluye lo que las ideas darwinistas habían llevado a considerar ADN “basura”, pero que se ha revelado como la parte fundamental de los genomas), por virus endógenos completos o fragmentarios; es decir, virus integrados en los genomas que participan en funciones esenciales de los organismos, y “elementos móviles” y secuencias repetidas que son secuencias derivadas de virus.
Esto puede sonar extraño, pero los datos de los genomas secuenciados están disponibles para todos.
Todos estos elementos pueden cambiar de posición (no a cualquier sitio del genoma, según se ha comprobado), o producir duplicaciones de sí mismos (siempre con la ayuda del genoma) como respuesta a agresiones o estímulos ambientales, y estos cambios son más o menos grandes en función de la agresión ambiental.
Sabemos que a lo largo de la existencia de la vida en la Tierra se han producido enormes cataclismos por la caída de grandes asteroides y por inversiones de los polos magnéticos que han dejado a la Tierra sometida a grandes bombardeos de radiaciones solares. También se ha comprobado experimentalmente que estos tipos de agresiones ambientales movilizan a los virus endógenos y a los elementos móviles. Esto explica los grandes cambios de fauna y flora que se observa en el registro fósil entre los grandes períodos geológicos, separados por grandes extinciones y que han recibido sus nombres por las diferentes faunas que los caracterizaban.
En definitiva, que “adaptación”, es decir, ajuste al ambiente, y "evolución", es decir, cambio de organización, son procesos diferentes.
En suma, los procesos biológicos, incluso al nivel más básico, están resultando tan diferentes de la visión reduccionista del darwinismo que todavía figura en los libros de texto, que la conclusión lógica es la que planteó Phillip Ball (2001), uno de los editorialistas de la revista Nature, ante el informe de la secuenciación del genoma humano:
“Nos encontramos sin base teórica para explicar esta complejidad”.
En otras palabras, la que tenemos es inútil. Porque, desde luego, todo esto implica que la evolución de la vida, no ha podido ser, según la narración darwinista, mediante mutaciones, es decir, “errores” o desorganizaciones al azar, productoras de variantes de un mismo gen, con pequeñas consecuencias en el fenotipo, que serían “fijadas” por la selección natural en el caso de ser “mejores” que sus otras variantes, produciendo como consecuencia una evolución gradual.
Y, efectivamente, los datos nos informan de que la historia no ha sido así.
Desde el origen de las células que constituyen los seres vivos que, como ha sido comprobado por W.F. Doolittle (2000), Lynn Margulis (1995) y R. Gupta (2000), se ha producido por agregaciones de bacterias, hasta las bruscas remodelaciones de fauna y flora que inician los grandes periodos geológicos (Moreno, 2002) y que coinciden con grandes catástrofes ambientales perfectamente documentadas en la actualidad, (Kemp, 1999), pasando por la todavía, misteriosa para los científicos, “explosión del Cámbrico” (Morris, 2000), en la que aparecieron, de un modo repentino, todos los tipos generales de organización animal (ver Sandín 2002), constituyen un relato más acorde con las características reales de los fenómenos naturales.
Desde la naturaleza de la información genética hasta el todavía indescifrable funcionamiento celular, desde las sofisticadas e interdependientes actividades de los procesos fisiológicos, hasta la coordinación en la formación de un organismo, o la complejidad de los ecosistemas, la Naturaleza nos habla, fundamentalmente, de cooperación.
De sistemas biológicos de una enorme complejidad en los que no hay sitio para los “errores”, pero, sobre todo, de una gran interacción con el ambiente y una gran capacidad de respuesta, con poco de aleatorio, a las condiciones o agresiones ambientales.
Una realidad totalmente opuesta a la visión de las características genéticas rígidamente determinadas y herméticamente aisladas del ambiente, en las que los supuestos cambios aleatorios serían seleccionados por medio de una implacable competencia.
En lo más profundo del Darwinismo, con sus inamovibles principios, lo que subyace en realidad no es el intento de estudiar o comprender la Naturaleza, sino el espíritu que guiaba las argumentaciones de Malthus, Spencer y el mismo Darwin: la justificación de las diferencias sociales y entre países colonizadores y colonizados (o “civilizados” y “atrasados”).
Y esto explica la magnífica acogida de los libros “científicos” encaminados en esta dirección, su gran difusión y el gran prestigio que adquieren sus autores.
- On the Origin of Species by Means of Natural Selection,
or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life. (Título completo) -
El caso más nefasto por lo profundamente que ha calado en el ámbito científico es el protagonizado por el zoólogo inglés Richard Dawkins.
Como él mismo escribe en el prefacio a una de sus múltiples reediciones (en este caso a la de 1989):
“En la decena de años trascurridos desde la publicación de “El gen egoísta”, su mensaje central se ha transformado en ortodoxia en los libros de texto. / … / La teoría del gen egoísta es la teoría de Darwin, expresada de una manera que Darwin no eligió pero que me gustaría pensar que él habría aprobado y le habría encantado”.
La tesis central de “El Gen Egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta” es que los seres vivos somos, simplemente, “máquinas de supervivencia” construidas por los genes que son la “unidad de evolución”, y que compiten por alcanzar la supremacía sobre los otros genes.
Según Dawkins, toda máquina de supervivencia es para otra máquina de supervivencia un obstáculo que vencer o una fuente que explotar.
Su “entrañable” visión de la vida la resume así: “Pienso que la naturaleza en estado puro, la naturaleza “roja en uñas y dientes”, resume admirablemente nuestra compresión moderna de la selección natural”.
El problema de su visión es que sus bases científicas son inexistentes.
- Richard Dawkins -
El planteamiento de este libro es que nosotros, al igual que todos los demás animales, somos máquinas creadas por nuestros genes.
De la misma manera que los prósperos gangsters de Chicago, nuestros genes han sobrevivido, en algunos casos durante millones de años, en un mundo altamente competitivo.
Esto nos autoriza a suponer ciertas cualidades en nuestros genes. Argumentaré que una cualidad predominante que podemos esperar que se encuentre en un gen próspero será el egoísmo despiadado.
Esta cualidad egoísta en el gen dará, normalmente, origen al egoísmo en el comportamiento humano.
Sin embargo, a pesar de lo absurdas que resultan estas argumentaciones para cualquier persona, no ya con conocimientos históricos, etnográficos o sociológicos, sino con un mínimo nivel cultural y la capacidad de hacer uso de un elemental sentido común, el auge que han obtenido entre los darwinistas más radicales (que, sin exagerar, se pueden considerar los dominantes en la Biología actual) ha sido creciente desde la primera edición, en 1976, del “Gen egoísta”. “Culture and Evolutionary Process” (Boyd y Richardson, 1985), “Darwin machines and the Nature of Knowledge” (Plotkin, 1993), “Darwin dangerous Idea” (Dennett, 1995), y muy especialmente, “Darwininizing Culture: The story of Memetics as a Science” (Anger, 2001) se están constituyendo en la “base científica” de la justificación de la actual situación política y económica mundial.
Naturalmente, este proceso viene acompañado de un apoyo “oficial” mediático inversamente proporcional al que suscitan las actitudes críticas con este fenómeno.
Los guardianes oficiales del darwinismo son tan implacables con cualquier actitud no ya crítica, sino dudosa, entre los biólogos, como elogiosos con los más dogmáticos (o “integristas”).
- John Horgan -
Así es como Horgan trata en su libro al recientemente fallecido S. J. Gould, el más brillante (y crítico, dentro de la ortodoxia) teórico evolucionista de los últimos años; autor, junto con Niles Eldredge, de la “Teoría del equilibrio puntuado”:
“La clave para entender a Gould puede que no sea su supuesto marxismo, o liberalismo, o antiautoritarismo, sino su miedo al potencial punto final de su campo de investigación.
La aversión por los científicos con espíritu crítico llega a extremos realmente esperpénticos: Gould desarma a cualquiera con su aspecto ordinario: bajito y regordete, de cara rechoncha, nariz chata y pequeña y bigote a lo Charlot, especialmente, si comparamos esta descripción con la del abanderado de “la Naturaleza roja en dientes y garras”: La primera vez que vi a Dawkins fue con motivo de un encuentro organizado por su agente literario en Manhattan. Es un hombre de una belleza glacial, ojos de ave rapaz, nariz puntiaguda y mejillas incongruentemente sonrosadas”.
- S. J. Gould -
Gould incurrió en la herejía de publicar un artículo técnico titulado “¿Está emergiendo una nueva teoría general de la evolución?”, que constituía nada menos que una revisión científica de la sagrada teoría de Darwin. Y la jerarquía evolucionista no le perdonó jamás.
Se han inventado una Naturaleza muy fácil de entender.
En el aspecto social, parece deducirse que las cosas son como son porque funcionan según las Leyes de la Naturaleza, que, curiosamente, son las mismas que “descubrieron” los padres fundadores de la economía moderna.
El comportamiento altruista es, en la Naturaleza, algo que es sencillamente incompatible con la selección natural operando en el nivel del individuo, que es la única forma de selección que admite el neodarwinismo (Arsuaga, 2001).
Desde el punto de vista científico, no existe un comportamiento humano dictado por naturaleza, es decir, “programado” en nuestros genes (Lewontin et al, 87). A lo largo de nuestra historia han existido, (y existen) culturas, sociedades, modos de vida e individuos en los que la cooperación realmente solidaria es norma común, y no parece muy científico calificar a esos individuos de “mutantes”.
Pero la proyección a la sociedad, tan ampliamente apoyada desde los medios de comunicación, de estas “verdades científicas”, más o menos sutilmente disfrazadas de “políticamente correctas” están calando profundamente en la población, de forma que frases como “lo lleva en los genes” o “los africanos (o cualquier otro grupo) son genéticamente de tal forma” son parte habitual del vocabulario coloquial, con lo que estamos asistiendo a lo que puede derivar en un fenómeno que tuvo (por el momento) su máxima expresión y sus más terribles consecuencias durante la primera mitad del siglo XX:
El determinismo genético como excusa
supuestamente científica para la opresión e incluso el exterminio de los grupos
“inferiores.
- David Frederik Attenborough -
Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2009. David Frederik Attenborough uno de los divulgadores científicos de la naturaleza más conocidos de la televisión mundial.
Su último documental es un especial, de su gurú Charles Darwin.
INGENIERÍA GENÉTICA
Cuando, en los años 70 se “inventó” la llamada “ingeniería genética”, los conocimientos que hoy tenemos sobre la complejidad de los sistemas de control de la información genética y su sensibilidad a factores ambientales eran impensables.
Para que sus postulados se cumplan, el “lenguaje” genético ha de ser universal y único; es decir, la información contenida en una secuencia de ADN ha de ser la misma independientemente del organismo en que esté, y hoy sabemos que no es así.
La información genética debería estar restringida al núcleo de la célula, y hoy sabemos que no es así.
La información de “un gen” sería independiente de la de otros genes y del lugar del genoma en que se sitúe, y hoy sabemos que no es así.
Sin embargo, éstos son los principios que rigen las prácticas de “ingeniería genética”.
Y esta afirmación se refuerza si nos informamos sobre las técnicas empleadas para las manipulaciones genéticas, porque no resultan especialmente tranquilizadoras.
Para la inserción de material genético ajeno en un organismo, se utilizan fundamentalmente dos métodos, a cuál más incontrolable.
Uno es añadir las secuencias modificadas a “vectores, como plásmidos, (utilizados por las bacterias para transmitirse, por ejemplo, genes de resistencia a antibióticos), o virus más o menos “mutilados”, e “infectar “ con ellos las células tratadas.
El otro es la Biobalística.
Aunque las noticias sobre estos “logros científicos” suelen ser muy triunfalistas (“Científicos norteamericanos crean el primer mono que incorpora un gen de otra especie” (El País, 12-1-2001)), las consecuencias reales de estos “avances” y los fracasos sistemáticos parecen ser menos periodísticos.
UNA NUEVA SOCIEDAD PARA UNA NUEVA
BIOLOGÍA
Cada día resulta más evidente que, si es que en la Naturaleza existe algo que se pueda denominar “Leyes”, son muy diferentes a los rancios e hipócritas principios que impregnan “la supervivencia del más apto”, y nos hacen tomar conciencia de lo lejos que estamos de poder controlar la Naturaleza.
Porque, casi diariamente, están apareciendo nuevas evidencias de que los fenómenos vitales, desde el nivel celular hasta el ecosistémico, incluido el que constituye la Biosfera, están constituidos por un complejísimo entramado de relaciones que interconectan a todos sus componentes, tanto bióticos como abióticos, que contribuyen a su funcionamiento, y en la que todos sus componentes son tan interdependientes como necesarios.
Incluso las bacterias y los virus, considerados por los darwinistas nuestros peores competidores, se han revelado como una parte fundamental de los procesos naturales.
Ya se sabe que las bacterias y los virus patógenos son extraordinariamente minoritarios en relación con el inconcebible número existente. Su carácter patógeno se debe a alteraciones de sus procesos naturales, muchas de ellas causadas por el Hombre. Pero el fanatismo darwinista y sus delirios de poder manipular, “dominar” a la Naturaleza encuentra enemigos incluso en los componentes que son esenciales para su funcionamiento equilibrado.
Las bacterias y los virus, cuyas secuencias genéticas son muy abundantes en los genomas de los seres vivos también cumplen unas actividades fundamentales en el interior y el exterior de los organismos. Pero además, se han mostrado extraordinariamente abundantes en todos los ecosistemas, participando en importantes ciclos biogeoquímicos, en transferencia horizontal de genes, cumpliendo una función de almacenamiento de información genética y contribuyendo a la dinámica evolutiva del sistema y a su estabilidad, ya que mantienen el equilibrio de la diversidad ambiental y son los portadores de información genética entre diferentes ambientes. Que son los elementos que conectan el mundo orgánico con el inorgánico.
- Kart Woese -
“La imagen emergente de los microbios como colectivos intercambiadores de genes demanda una revisión de conceptos como organismo, especie y la misma evolución. /…/ Igualmente apasionante es la comprensión de que los virus tienen un papel fundamental en la biosfera, en un sentido evolutivo tanto a largo como a corto plazo. Recientes trabajos sugieren que los virus son un importante almacén y memoria de información genética de una comunidad, contribuyendo a la dinámica y estabilidad evolutivas del sistema. /…/ Por lo tanto, consideramos lamentable la concatenación convencional del nombre de Darwin con la evolución, porque deben ser consideradas otras modalidades”.
LA INTEGRACIÓN DE SISTEMAS COMPLEJOS
Este modelo se podría sintetizar de esta forma: el origen y evolución de la vida sería un proceso de integración de sistemas complejos que se auto-organizarían en otros sistemas de nivel mayor. Las unidades básicas serían las bacterias que cuentan con todos los procesos y mecanismos fundamentales de la vida celular, cuyos componentes parecen haberse conservado con muy pocos cambios a lo largo del proceso evolutivo. Los virus, mediante su mecanismo de integración cromosómica, serían los que, bien individualmente, bien mediante combinaciones entre ellos, introducirían las nuevas secuencias responsables del control embrionario de la aparición de nuevos tejidos y órganos, así como de la regulación de su funcionamiento.
Según las últimas aproximaciones al estudio científico de la evolución, los fenómenos que componen la vida, desde las células, los órganos y tejidos, los organismos, las especies y los ecosistemas, hasta la totalidad del ecosistema global que constituye la Tierra, están organizados en sistemas jerárquicos e interconectados cuyas propiedades y, por tanto su evolución responden a los conceptos de la Teoría General de Sistemas de Von Bertalanffy.
Según ésta, un sistema se define como un conjunto organizado de partes interactuantes e interdependientes que se relacionan formando un todo unitario y complejo.
Entre los distintos tipos de sistemas, los seres vivos se ajustan a las características de los llamados “sistemas organísmicos u homeostáticos” (capaces de ajustarse a los cambios externos e internos) y están organizados en subsistemas que conforman un sistema de rango mayor (macrosistema). Los sistemas complejos adaptativos son muy estables y no son susceptibles a cambios en su organización, pero como se menciona anteriormente, ante un desequilibrio suficientemente grave, su respuesta es binaria: un colapso (derrumbe) catastrófico o un salto en el nivel de complejidad (debido a su tendencia a generar patrones de comportamiento global). Es decir: adaptación (ajuste al entorno) y evolución (cambio de organización) constituyen procesos diferentes.
La evolución parece corresponder a una tendencia muy general en la Naturaleza, apta para configurar sistemas abiertos, es decir, sistemas que tienen el potencial de intercambio de información con el exterior y de producir niveles emergentes y extensivos de organización, pero necesariamente basados en los establecidos con anterioridad. Se podría decir que la evolución es una propiedad intrínseca a la vida, como algo inevitable, consecuencia de sus características.
“En definitiva, los
procesos biológicos constituyen (y están constituidos) sistemas que se integran
distintos niveles “cuánticos”, cada uno de los cuales
funciona como un todo”
“El carácter cuántico de la vida” - Máximo
Sandín
Pero el modelo social y el modelo biológico de la “libre competencia” necesitan competidores. Por eso, si no los encuentran, los crean.
Se ha creado una Biología virtual en una sociedad virtual.
La competencia es el verdadero poder creador y (como no se cansan de repetir los innecesarios propagandistas del Mercado) ni el Estado debe tener el poder de impedirla.
Es decir, hay que dejar, más aún, a la sociedad en manos de los “más aptos”, para que la dirijan según sus “Leyes de la Naturaleza” porque, “a la larga”, todos saldremos beneficiados.
No importa que lo que suceda sea exactamente lo contrario.
Esta forma de razonar es lo que se conoce como el “pensamiento único”: “así son las leyes de la libre competencia”.
La Nueva Biología está transformando
este inhóspito Mundo, degradado por la competencia de todos contra todos, y
plagado de terribles enemigos, en un Mundo rico y complejo, pero, sobre todo, lleno de misterios por desvelar,
en el que todos sus habitantes, hasta el más ínfimo y extraño, tienen un papel
que jugar, y un derecho a la vida.
Tal vez sea posible una sociedad en la
que haya sitio para todos.
Investigando la Evolución - La Explosión
Cambriana (1 de 2)
Investigando la Evolución - La Explosión
Cambriana (2 de 2)
Este artículo en vídeo. Consta de 2 partes:
El Proyecto Matriz #123A - Máximo Sandín
vs Darwin. El Darwinismo Moderno IV
El Proyecto Matriz #123B - Máximo Sandín
vs Darwin. El Darwinismo Moderno IV
¡¡¡ Artículo elaborado por Jes !!! ... del Proyecto Matriz